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Actualizado: 19 de junio de 2025
Los fuertes payeses sujetaron fácilmente con sólo una mano al enfermizo muchacho, pero éste, incapaz de moverse, desahogó su rabia tendiendo un puño hacia el camino, mientras las amenazas e insultos salían a borbotones de su boca. Estaba, sin duda, contando a los amigos lo ocurrido en la noche anterior, cuando apareció Febrer. Adivinaba éste en las voces chillonas las amenazas del Cantó.
¡Por quien soy! exclamó uno de los convidados tendiendo á su alrededor la vista, que el local es de los menos á propósito del mundo para una fiesta. Efectivamente, dijo otro, nos traes á conocer á una dama, y apenas si con mucha dificultad se ven los dedos de la mano. Y sobre todo, hace un frío, que no parece sino que estamos en la Siberia, añadió un tercero arrebujándose en el capote.
Adiós, señor Osuna, que usted descanse dijo tendiendo la mano al jorobado. Luego tuvo un momento de indecisión: iba a tendérsela a Obdulia; pero turbado por la mirada intensa y extática que la joven le clavaba, la llevó al sombrero y se inclinó gravemente, diciendo: Buenas noches, señorita. Alzó de nuevo el paraguas y salvó de prisa la distancia que le separaba de la rectoral.
Es usted muy amable en venir a vernos dijo, tendiendo la mano al joven. ¡Ah, señora! desgraciadamente, es mi despedida lo que traigo hoy. Vengo a manifestarles mi gran satisfacción por haberles sido presentado y agradecerles su amable acogida. ¿Usted se marcha entonces? Pasado mañana, señora. He recibido de mi madre varias cartas muy apremiantes; yo me hacía un poco el sordo, lo confieso.
Al entrar en su parque, un grupo de alemanes estaba tendiendo los hilos de una línea telefónica. Acababan de recorrer las habitaciones en desorden y reían á carcajadas leyendo la inscripción trazada por el capitán von Hartrott: «Se ruega no saquear...» Encontraban la farsa muy ingeniosa, muy germánica. El convoy invadió el parque. Los automóviles y furgones llevaban una cruz roja.
Una hora después, Tòni volvía á entrar en la gran cámara, llevando en una mano la carta abierta. No había podido resistirse á la tentación de violar su secreto, temiendo que la generosidad de Ferragut resultase excesiva, inadmisible. Protestó, tendiendo hacia Ulises el cheque extraído del sobre. ¡No puedo aceptar!... ¡Es una locura!...
En medio del silencio que reinaba en la iglesia, los sublimes ecos de aquella voz vibraban, repitiéndose en las bóvedas del templo, y murmurando a lo lejos: ¡Ven!... ¡ven!... Farinelli sucumbía a la profunda emoción que experimentaba, y, tendiendo sus brazos, cayó desvanecido. Interrumpiose la ceremonia.
Abrió los ojos, pasó una mirada vaga a su rededor, y lanzó un profundo suspiro, tendiendo los brazos. El notario le tomó la mano y dijo con voz trémula: ¡El papel! ¡La prueba! ¡Aquí está! Y volviéndose a la condesa: Ahora, señora, tendréis que reconocer que fuisteis vos quien ordenó que robara la niña a vuestro sirviente.
Vestido enorgullecía a las modistas; desnudo o a medio vestir, cuando andaba por aquella casa tendiendo ropa en el balcón, limpiando los muebles o cargando los colchones cual si fueran cojines, para sacarlos al aire, parecía una figura de otros tiempos; al menos, así lo pensaba Rubín, que sólo había visto belleza semejante en pinturas de amazonas o cosa tal.
El pobre ser debatíase entre los brazos de los suyos con los horrores de la asfixia, tendiendo sus brazos hacia adelante. Un velo parecía flotar ante sus ojos, empequeñeciendo las pupilas. Su respiración tenía el burbujeo del hervor, como si en su garganta tropezase el aire con el obstáculo de extrañas materias.
Palabra del Dia
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