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Actualizado: 19 de junio de 2025
A través de su tejido sutil se percibía el contacto de la fina carne, como si fuese una envoltura de aire multicolor. Ella lanzó un murmullo de protesta. Luego imitó el gesto de Ulises tendiendo una mano hacia la pared... Y se hizo la obscuridad.
Así el guardian que vela sobre el hombre Si vé en su frente el polvo sombrear, Tendiendo el ala, cual la seda blanda, Quiere la mancha de su sien borrar. Aquellos versos fueron líneas truncas Que en arenas movibles escribí, Al borde del torrente de la vida, Y que borradas por un soplo ví.
Después las amigas tuvieron que separarse, porque era jueves y Fortunata había de vestirse para recibir la visita de los de Rubín. Mauricia se quedó sola tendiendo la ropa. Maximiliano dijo categóricamente aquella tarde que por acuerdo de la familia y con asentimiento de la Superiora, en el próximo mes de Setiembre se daría por concluida la reclusión de Fortunata, y esta saldría para casarse.
Cuando me aproximaba á la torrecilla que se hallaba al fin del pequeño cercado, sentí un débil ruido bajo el soto de ojaranzo; en el mismo instante una forma indistinta se desprendió del follaje. Sentí un desvanecimiento repentino, mi corazón precipitó sus latidos, y vi al cielo llenarse de estrellas. ¡Margarita! dije tendiendo los brazos.
Diógenes, cada vez más postrado, lloraba en silencio; el viejo, buscando a tientas la mano del enfermo, añadió apretándosela con todas sus escasas fuerzas: Porque tú querrás que yo lo vea... ¿No es verdad, Perico?... Querrás confesarte... ¡Sí, padre..., sí quiero! ¡Con usted... Ahora mismo! exclamó Diógenes tendiendo los brazos hacia él, como un niño que llama a su madre.
Y revolviéndose instintivamente, dio la vuelta, quedando con el pecho en tierra, apoyado en una mano y tendiendo la otra, que empuñaba el revólver. Sentíase fuerte, repetía en su interior que aquello no era nada, pero el cuerpo se negó con súbita torpeza a obedecer su voluntad. Parecía pegado al suelo por una dolorosa simpatía.
Pero una mujer que estaba en un corredor tendiendo ropa y había oído la última pregunta, respondió por él. Sí, señora, sí; el tío Goro y la tía Felicia viven en aquella casa que tiene un árbol grande delante. Vea usted; ahora sale el tío Goro con un jarro á ordeñar. D.ª Beatriz se dirigió á la casa señalada. El tío Goro ya había entrado en el establo.
Levantábase del suelo don Guillén, y Angustias se precipitó en sus brazos, tendiendo hacia él los labios sedientos, la cabeza derribada hacia la espalda, como inerte. Don Guillén le enderezó suavemente la cabeza y le besó la frente.
Tras él entró el energúmeno, pero se contuvo algo al ver la actitud briosa y los centelleantes ojos del ex voluntario carlista, que con su cuerpo hacía parapeto al de la desmayada. Si no se va usted... aulló Miranda tendiendo los puños.
Tendiendo á regularizar y dulcificar las costumbres, enseñando por medios hábilmente escondidos, la moderacion y el aprecio de si mismo; el respeto á los demas; estimulando la fortaleza por el espectáculo del infortunio acerbo, aconsejando la perseverancia en el bien y la resignacion en los trabajos-
Palabra del Dia
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