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Actualizado: 29 de julio de 2025


El conde volvió los ojos hacia ella, y le dirigió una mirada larga y dura sin decir palabra. Isabel bajó los suyos con temor, y por debajo de las negras pestañas asomó temblando una lágrima. Aquella corta e insignificante escena me produjo mal efecto. Pareciome que el conde era un padre muy tierno sólo mientras no se tocase a sus gustos y placeres. Con perdón de ustedes, pelo la pava.

Todos los empleados se encorvaban ante sus papeles, temblando al oír tras de los cortinajes aquella voz furiosa, que matizaba sus órdenes con interjecciones y juramentos verdaderamente extraños en tan grave personaje. En el escritorio se hizo el mismo silencio de las casas donde existe un enfermo.

Una tarde, la pobre mujer de Batiste apeló á gritos á Dios y á los santos viendo el estado en que llegaban sus pequeños. Aquel día la batalla había sido dura. ¡Ah, los bandidos! Los dos mayores estaban magullados; era lo de siempre: no había que hacer caso. Pero el pequeñín, el Obispo, como cariñosamente le llamaba su madre, estaba mojado de pies á cabeza, y lloraba temblando de miedo y de frío.

Cada uno de ellos se pone de parte de su patrón, aunque ambos son de alquiler. EL PRIMER «CHAUFFEUR». ¡Qué aire más ridículo tiene tu cliente...! ¡Apenas puede mantenerse en pie...! EL SEGUNDO «CHAUFFEUR». ¡Tu cliente que parece ridículo...! ¡Seguramente está temblando!

Fijémonos en este rasgo de la educación árabe. El auditorio prosigue impasible y Sid'Omar siempre risueño. El judío se levanta y dirígese a la puerta andando hacia atrás, temblando de miedo, pero sin dejar de repetir a más y mejor su eterno juez de paz, juez de paz... Sale.

Un ruido el temblor causó tamaño, Que los cabellos todos erizaban: Negocio de contarse por estraño, Que las paredes se meneaban; Y sin que recibiesen algun daño, Temblando de tal suerte, al fin quedaban En su ser, aunque algunas se cayeron, Y

Pero Polidora, muy ofendida y roja de indignación, declaró secamente que lo que no estaba bien para la señorita no lo estaba para ella y que, por otra parte, no tenía afición ninguna a visitar perdidas. ¿Comprendes a la joven y dulce virtud de Polidora temblando por su pureza?

Feli quedábase en casa, enferma, temblando de frío, fijando en el suelo su mirada de estúpida vaguedad, como si la hinchazón de su abdomen absorbiese su pensamiento.

El pensamiento de Dios fue entonces como una brasa metida en el corazón; todo ardió allí dentro en piedad; y Ana, con irresistible ímpetu de fe ostensible, viva, material, fortísima, se puso de rodillas sobre el lecho, toda blanca; y ciega por el llanto, las manos juntas temblando sobre la cabeza, balbuciente, exclamó con voz de niña enferma y amorosa: ¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Señor! ¡Señor! ¡Dios de mi alma!

Carlota, viendo con terror aquel motín y temblando que D.ª Carolina averiguase la verdad, llamó en secreto a su padre al cuarto, le echó los brazos al cuello y le dijo llorando: He sido yo, papá; he sido yo la que te ha llevado el tabaco... Pero que no se entere mamá, que no se entere Mario cuando vuelva. que no fuma porque no tiene dinero y yo tampoco lo tengo para dárselo.

Palabra del Dia

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