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Actualizado: 29 de julio de 2025
Amaury, comprendiendo que aquella sombra era Magdalena, se precipitó hacia ella y la detuvo. La joven ahogó un grito que estuvo a punto de arrancarle la presencia de su novio y sintiendo instintivamente que obraba mal se apoyó temblando en el brazo de Amaury. Este sentía latir aquel pobre corazón que buscaba en él su apoyo.
María, temblando con la fiebre y con la agitación, se colocó en el asiento que Pepe Vera le había reservado. El ruido, el calor y la confusión aumentaron la desazón que sentía María. Sus mejillas siempre pálidas, estaban encendidas; un ardor febril animaba sus negros ojos.
Estando ya en el lecho, don José sujetó a su hijo por el cuello, y le dijo temblando, con voz apenas perceptible: Hijo, por Dios, ¡sé prudente! ¡no hagas nada! tu madre... ha dicho que si Tirso se marcha, ella también se irá.
Al dar las doce, se oyeron pasos en la calleja, apareció un bulto, y se detuvo debajo de la reja donde estaba asomada la duquesa. Esta, temblando, dejó caer la carta. El bulto la recogió, y la dijo con voz desfigurada: Mañana te contestaré, adorada mía; á las doce echa un cordón donde yo pueda poner mi carta. Y cuando la duquesa, atropellando por todo, iba á contestar, el bulto desapareció.
Costanza, que no sabía ni imaginaba lo que le había acontecido, toda turbada y temblando, no supo hacer otra cosa que hincarse de rodillas ante su padre, y tomándole las manos se las comenzó a besar tiernamente, bañándoselas con infinitas lágrimas que por sus hermosísimos ojos derramaba.
»Cuando así se expresaba me acometió tan gran temor de que me acusara que temblando como un azogado busqué instintivamente apoyo en la pared. Pero no hizo tal cosa, contentándose con referir el hecho simplemente.
Berbel le arrebató la patata con furor y sentose temblando de indignación cerca del manantial caliente, del que ascendían hasta la bóveda grandes nubes grises.
LEONOR. ¿Por qué temblando tu mano está? ¿Qué sientes? MANRIQUE. Nada, nada. LEONOR. En vano me lo ocultas. MANRIQUE. Nada siento. Estoy bueno... ¿Qué dices? ¿Que temblaba mi mano?... No... ilusión... nunca he temblado. ¿Ves cómo estoy tranquilo? LEONOR. De otra suerte me mirabas ayer... tu calma fría es la horrorosa calma de la muerte. ¿Pero qué causa, dime, tus pesares?
Temblando como una azorada, entró Kate, la doncella inglesa, a participarle lo ocurrido; pareció entonces azorarse mucho la dama, como si de nuevo la cogiese, y quiso a toda prisa avisar al marqués de Butrón lo que acontecía.
Temblando de impaciencia y de esperanza, apoyó el oído a la puerta; pero su esperanza quedó frustrada porque las voces parecieron calmarse y se debilitaron... De pronto, como si la condesa le hubiera inferido una injuria sangrienta, el intendente le replicó con nuevo furor. La viuda se inclinó y pegó el oído contra el agujero de la cerradura. En esa actitud oía casi todo lo que decía Mathys.
Palabra del Dia
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