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Actualizado: 22 de junio de 2025
Al cabo de un rato, María volviose hacia su novio, y posando en él una mirada intensa y ansiosa, le dijo con voz que temblaba: Ricardo, ¿me quieres mucho? ¿Cómo me preguntas eso?... ¿No lo sabes bien? Sí, sé que me quieres, me has dado ya pruebas de ello..., pero en el amor, como todo lo que no pasa de este mundo, hay siempre más y menos. Sólo el amor divino es infinito.
Pero... se veía obligada á defenderse delante de ellos; había llegado el momento de la defensa y temblaba. Al fin se abrió una puerta, y un maestresala dijo: El señor don Juan Téllez Girón y su señora esposa están en la cámara de vuecencia. Doña Juana fué allá desolada. Sin embargo, se detuvo cobarde antes de levantar el tapiz de la puerta exterior.
El marinero, con la ayuda de un muchacho, echaba su barca al agua. La vela, recogida, temblaba en lo alto del mástil. Jaime no aceptó la invitación. «¡Muchas gracias, tío Ventolera!» Este insistió con su vocecita, que llegaba a través del aire como el vagido lejano de una criatura. La tarde era buena: había cambiado el viento; en las cercanías del Vedrá iban a coger el pescado en abundancia.
Allí Clara, ó adelantándose ó quedándose atrás y dejando al Comendador con su sobrina, hubiera podido hablar á su placer con D. Carlos; pero no parecía sino que le tenía miedo, que temblaba de oir su voz sin testigo, y que deseaba demostrar á los ojos del Comendador que no quería pertenecer á D. Carlos, sino á D. Casimiro.
¡Ah! señora contestó don Juan turbado y conmovido, porque el acento de la duquesa había cambiado enteramente para él. Y la dió el brazo. Temblaba tanto don Juan, como la duquesa de Gandía. Doña Clara tenía los ojos llenos de lágrimas. ¿Qué sucede aquí? murmuró don Gaspar de Guzmán dando el brazo á doña Clara. Y siguió hacia una puerta por donde se había llevado la duquesa de Gandía á don Juan.
Déjame: tú encontrarás otras mujeres que te harán más dichoso que yo. Tú eres de los destinados á encontrar una nueva felicidad á cada paso. Insistió en sus elogios. Su voz era calmosa, pero en el fondo de ella temblaba la emoción del último adiós á la alegría que se aleja para siempre.
Temblaba por esa frágil existencia: ¿acaso no había nacido de su seno?
Quintín decía cada verdad que temblaba la tierra, cada verdad tamaña como un templo, y ni sus amigos ni las personas a quienes tenía en subida estimación escapaban de sus filosas tijeras.
El padre Aliaga temblaba de una manera poderosa y concentrada. Algunas veces continuó el bufón , cuando yo la preguntaba el nombre de sus padres, me decía: No, no; yo he deshonrado su nombre; yo no tengo padres; Luis, que me vió huir, se lo habrá dicho á mis padres y me habrán maldecido. ¿Y quién es Luis? le preguntaba yo. ¡Luis!
Marcos dijo Hullin , perdóname; he dicho mal; ¡he sufrido tanto en estos días!; la desgracia me hace desconfiar; dame la mano... ¡Anda, ve, sálvanos, salva a Catalina, salva a mi hija! Desde ahora te lo digo: no tenemos más recurso que tú. La voz de Hullin temblaba. Divès aceptó aquellas explicaciones, pero añadió: ¡Bien está, Juan Claudio!
Palabra del Dia
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