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Actualizado: 22 de noviembre de 2025


¿Pero le querías? preguntó la de Rubín, que con la idea del querer resolvía todos los problemas. Yo... te diré... me pasaba una cosa particular. Temblaba siempre que nos encontrábamos... le tenía miedo, y... de ti para , me gustaba. Pero, lo que yo digo, ¿por qué no se casó conmigo? Claro. Yo le hubiera querido mucho, y no le habría faltado por nada de este mundo.

El hecho que parezca menos importante, una palabra, una nonada, pueden ponernos en el camino de la verdad. Si la pasión impulsa a usted a castigar a un asesino, la conciencia debe recordarle que la justicia no reconoce pasiones. ¿La habló usted de su amor? . Y Roberto Vérod temblaba.

¡Señora duquesa! ¡señor conde! exclamó la joven dirigiéndose á ellos ¡cuánto siento haberos hecho esperar! Pero de repente doña Clara se detuvo. Los ojos de la duquesa de Gandía estaban fijos con espanto en ella. Doña Juana de Velasco estaba pálida y temblaba. ¡Qué joyas tan hermosas! dijo ; sobre todo... ese collar de perlas... y ese relicario... perdonadme... pero quiero ver ese relicario...

El cleriguillo había perdido su amabilidad; sus ojuelos expresaban el mayor despecho; su labio inferior, masa informe y pendiente, le temblaba por la rabia de la contrariedad y del desengaño. ¿Está lejos esa calle, señor? ¿Está lejos? El cura miró á Clara con desdén, hizo un gesto despreciativo, y entró diciendo: , chica: está lejos, muy lejos.

Me parece que hemos acertado dijo el barbero. Una voz sonora y ardiente, voz de mujer en la que vibraba una intensa dulzura, rasgó el silencio. ¡Ah de la barca!... ¡Aquí, aquí! Aquella voz no revelaba temor, no temblaba de emoción. ¡No lo dije!... Exclamó el barbero. Ya tenemos lo que buscábamos. ¡Doña Leonor!... ¡Soy yo!

Temblaba además el mísero, y de una manera tal, que se comprendía harto claro que no era el frío lo que le hacía temblar. ¿Para qué me querrá este hombre y en este estado? dijo para el padre Aliaga al ver á Montiño.

Ocurrió algo más grave: el huracán en su furia, y por un esfuerzo desesperado, logró arrancar el gozne de una de las ventanas, que desde entonces, aunque cerrada, temblaba, bamboleábase, se agitaba, y hubo necesidad de afirmarla atándola fuertemente por sus hierros al que estaba más sólido.

Ya no temblaba delante de Magdalena, por lo menos de miedo como en otra época; me parecía que debía desaparecer toda irresolución desde que descaradamente iba en pos de la verdad. Tuve un momento de suprema angustia durante el cual la idea de acabar de una vez me asaltó de nuevo, como tentación más fuerte e irresistible que nunca.

Poco después había vuelto a presentarse don Víctor, el tonto de don Víctor, con sombrero bajo y sin gabán, de cazadora clara, acompañado de don Tomás Crespo, el del tapabocas; los dos se habían ido en busca de los otros y los cuatro juntos se presentaron de nuevo, ante el objetivo del catalejo que temblaba en las manos finas y blancas del canónigo.

«¡Si pestañeara! dijo para aquel calaverón incorregible de D. José Relimpio . Yo he visto esa cara en alguna parte; esa fisonomía no me es desconocida». Alonso seguía dando noticias discretas y mostrando algunas preciosidades, a lo que atendía con mucha urbanidad el padrino de Isidora. Pero esta no veía ni oía nada. Se había quedado de color de cera, y temblaba de frío.

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