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Actualizado: 22 de mayo de 2025
La cocinera hizo un gesto afirmativo, y viendo que Marta palidecía y temblaba, le murmuró al oído: No os alarméis, trataré de estar junto a la señorita hasta que se acabe este asunto. Y el intendente, ¿dónde está, Mariana, el intendente? exclamó la viuda. No está en el castillo; creo que ha ido al bosque a hablar con los aserradores.
»Yo me arrojé a sus pies y le supliqué que hiciese traer y educar en el castillo al pequeño Carlos, que era de mi edad, próximamente. Esperando su contestación, Gerardo no respiraba; y yo, pálida y conmovida, temblaba de pies a cabeza.
El dueño de Son Vent, un burgués de la ciudad, dio orden a los forasteros de levantar el campo, como si fuesen una banda de bohemios. El pianista estaba tísico, y él no quería contagiar su finca. ¿Adonde ir?... El regreso a la patria era difícil: estaban en pleno invierno, y Chopin temblaba como un pájaro abandonado pensando en los fríos de París.
Temblaba don Paco de incurrir en el enojo de su hija, y aunque temblaba principalmente por el mismo enojo, no dejaba de recelar sus malas consecuencias.
Yo temblaba, y tuve que esconderme en el oratorio, porque delante de ellos hubiera perdido la dignidad de mi carácter. ¡Qué modo de saquear!...; en una palabra, la paja de los caballos, las gallinas del corral, los huevos, hasta unos tomates que tenía yo guardaditos en mi escritorio para hacer un gazpachito..., todo, todo se lo llevaron.
Tirso, a pesar de su carácter impetuoso, sabía contenerse mejor; a Pepe le temblaba la voz en la garganta; aquél, tranquilamente sentado ante la mesa, jugaba con las cuentas del rosario; Pepe sentía afluir a los labios todos los temores que abrigaba su alma. La lámpara, a cada instante menos luminosa, iba quedando vencida por las sombras.
El cual, a los dos minutos, se acercaba al lecho de su mujer, arrastrando las babuchas de fingida piel de tigre, y abrochándose hasta la barba un gabán de medio tiempo, gris, muy usado, que le servía de batín en las estaciones templadas. Temblaba Bonis, más que por el fresco de la madrugada, por la incertidumbre y el miedo.
Reía y temblaba ante estos kabiros procedentes de las birremes fenicias ó cartaginesas, dioses grotescos y terribles que contraían sus carátulas con un gesto de lujuria y ferocidad. Algunas de las divinidades marinas, musculosas y barbudas, tenían un aire de parentesco con su tío. Así debía ser en determinados momentos. Ulises había escuchado ciertas conversaciones de los pescadores.
Hacía esfuerzos por aparentar rudeza y mal humor, como si se presentase arrastrado por el deber y no por el cariño; pero el cerdoso bigote le temblaba y los ojillos parpadeaban nerviosamente.
No obstante aquellas palabras y la marcha del loco, Luisa temblaba y aún sentía el rubor en el rostro cuando pensaba en las miradas que el desdichado le había dirigido. Yégof tomó el camino del Valtin.
Palabra del Dia
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