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Actualizado: 11 de julio de 2025
Pero entonces la cegó la ira y dijo con cruel desabrimiento al Conde Enrique: ¿De qué te ríes, imbécil? ¿De qué te ríes? Pues me río, contestó el conde tartamudeando, pues me río... Vamos... interrumpió ella. Di, explícate. Dios te dé habla.
Yo me he adelantado a esperarlo. Al oír estas palabras, y ante el aplomo con que fueron dichas, experimentó Guruceta una conmoción extraña, y decididamente temió tener que habérselas con un alma de la otra vida. Que no se moleste en venir fray Venancio dijo tartamudeando . Es posible que, con tanto asunto como tengo en esta cabeza, haya olvidado que me dió dinero.
Montiño se calló esperando á que el padre Aliaga le preguntase, pero el padre Aliaga se redujo á dejarle oír una de esas frases generales de consuelo, que toda persona buena dirige á un semejante suyo á quien ve atribulado. Después el padre Aliaga se calló también. Hubo algunos momentos de silencio. ¡Perdonadme, señor! dijo tartamudeando Montiño.
Al fin, tartamudeando, dijo al condenado hombre de la cuenta que ella pasaría a pagarla «mañana... no, al otro día; en fin, un día de estos». Por fortuna, Bringas no estaba en casa. Dos o tres días vivió Rosalía en grande incertidumbre.
Sus compañeros le habían abandonado, como suele decirse, en las astas del toro. Aquí le faltó su entereza y sólo pudo responder tartamudeando: El vino, P. Prior... verdaderamente... no tiene nada... ¿qué ha de tener?... Nada... Mas... digamos que... conviene distinguir... El vino será bueno, es muy bueno... pero... mis compañeros... los frailes... son unos canallas.
En varias ocasiones evitó descomunales bochinches, haciendo notar a sus compañeros que iban a perder con un cambio de profesor de francés... Por eso le repuso, siempre rojo y tartamudeando: Yo no he tenido intención ninguna... Escribí por escribir... Le pido perdón, ¡todos le pedimos perdón, monsieur Jaccotot!... Y Marcelo Valdés decía la verdad al disculparse.
Lloraba, hablaba, se revolcaba en la cama del querido niño, besando las almohadas, estrujando las sábanas: que fueran a buscarle, que se le trajeran, pronto, pronto, pronto... Don Pablo, ahogado, ensayaba calmarla: no debían interpretar así el papel, porque era muy natural que Quilito pidiera a su padre y a su tía por escrito, el perdón que no se atrevía a pedir de viva voz; decía simplezas como ésta, tartamudeando, y después de vano esfuerzo, concluyó por llorar él también, abrazado a los hierros del lecho.
Entonces la nerviosísima hija del Jubilado le relató, tartamudeando por la ira, la situación en que había hallado a Josefina, la palidez de la niña después de la extraña invitación de su madrina, los gritos que había escuchado como si la estuvieran dando tormento. María Josefa unió inmediatamente sus imprecaciones a las de la joven.
Creyéndola enterada del desastre por alguna noticia particular, la dijo con el mayor desaliento: ¿Conque ya lo sabías? ¡Hace diez minutos nada más! respondió doña Juana, trémula y tartamudeando. ¿Quién te lo contó? Nadie. No puede ser eso. Alguno te ha dicho... Repito que nadie. Viendo yo que no salía de su cuarto a la hora acostumbrada, fuí allá para ver si estaba enferma.
Palabra del Dia
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