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Actualizado: 24 de junio de 2025
No podía pensar en que iba a dejar de verla para siempre sin sentir un frío particular hacia la región izquierda del pecho... ¡Pobre Rosa, tan sencilla, tan buena! ¡dejarla en poder de aquellos bárbaros! La conversación de su tío le cansaba; la de los paisanos más; Celesto le hacía recalar siempre a la taberna. Luego, ¡Rosa era tan linda! ¡tenía tantísima gracia!
Á mí me llaman Felipe; pero si algún día me busca usted, pregunte por Castelar, pues así me conocen, porque me gusta hablar con las personas, y en la taberna soy el único que puede leer el periódico á los compañeros. Ese muchacho que pasa con el cesto de pescado es Chispas, á su patrón le llaman El Cano, y así estamos bautizados todos.
Se bebía una taza de caldo y en seguida se disponía a escribir, sin levantarse de la cama, sostenido por varias almohadas. Tenía a su alcance muchos lapiceros, y trabajaba hasta las nueve de la noche, hora en que se levantaba para ir a pasar el resto de la noche en alguna taberna de Montmartre.
Y seguía con mirada de envidia á todos los que marchaban hacia la taberna. ¿Por qué no había de ir él adonde iban los otros?... Nunca había entrado en casa de Copa, el antro en otro tiempo de sus enemigos; pero ahora justificaba su presencia lo extraordinario del suceso.... Además, ¡qué demonio! después de tanto trabajo y tan buena cosecha, bien podía un hombre honrado permitirse un poco de expansión.
Es fuerza que acabe por encontrarlo. Al fin lo encuentra. Una noche, muy tarde, a principios de septiembre, sus investigaciones lo llevan a B... aldea situada dos leguas al norte de Marienfeld. A través de las ventanas cerradas de la taberna, se oye un ruido confuso, pataleos, gritos y cánticos avinados. Baja pesadamente del carruaje y ata el caballo a la puerta del patio.
Además, ningún marido tenía necesidad de excusarse con su esposa para ir a aquella taberna, a tal punto se había convertido aquel sitio en la escena de rigurosos deberes públicos.
Parecía que toda aquella muchedumbre hubiese marchado sobre ella; creía haber recibido millones de golpes. El instinto la llevó hacia su barrio, caminando con lentitud, arrastrando casi los pies. Pero á pesar de esta fatiga, juntó su voz á las aclamaciones de todos los grupos que encontraba al paso. La necesidad de descansar y la costumbre la hicieron meterse en la taberna.
Tres años antes, en la mañana del Viernes Santo, cuando ya se retiraba la Macarena a su iglesia luego de vagar toda la noche por las calles de Sevilla, este pecador, que era un buen muchacho y andaba desde el día antes de juerga con los amigos, había hecho detener el «paso» ante una taberna de la plaza del Mercado.
Batistet intentó disculparse ante su padre de este descuido. Cuando corría hacia la barraca, asustado por los gritos de su madre, había visto venir por el camino un grupo de hombres, gente alegre que reía y cantaba, regresando sin duda de la taberna. Tal vez eran ellos. El padre no quiso oir más... ¡Pimentó! ¿quién otro podía ser?
Lo mesmo que endenantes, ¿lo ves?...; hasta diez que han de ser ... ¡si cuando yo digo una cosa! ¡Mal rayo te parta! ¿Pues no te he dicho que había que desquitar treinta riales que debías en la taberna? Sí. Pus esos treinta que te faltan hasta los doscientos, son los que te dieron de menos.
Palabra del Dia
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