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Hay una palabra en casi todos los cumintán que no se puede traducir á ningún idioma conocido; es como si dijéramos el ¡ole! ó el ¡chachipé! de la taberna del candil de Cádiz. Si no hay lengua en el mundo que traduzca esas palabras, tampoco la hay que lo haga del cariquit-diquitán tagalo. Dicha palabra compendia todo un mundo de mimos, de caricias, de besos, de suspiros.

Después de almorzar en Roca Tajada, en la taberna de Matiella, estanquero y albañil, grande amigo de Frígilis, los dos amigos cazadores dejaron el camino real, y por prados fangosos de hierba alta, de un verde obscuro, llegaron otra vez a las orillas del Abroño, allí más ancho, rodeado de juncos y arena, rizado por las ondas verdes que le mandaba el mar ya vecino.

Cuando Febrer llegó al pueblo se dirigió rectamente a la iglesia. Lo formaban seis u ocho casas con la alcaldía, la escuela y la taberna en torno del templo.

Entró en ella, y á los pocos pasos vió una puerta, á cuyos lados había pintados racimos alegóricos y unas botellas que indicaban muy claro que aquello era taberna. "Aquí es", dijo, y se acercó. La puerta estaba abierta, y dentro había dos mujeres y un hombre. Preguntó si vivía allí un tal Pascual, tabernero, casado con una tal Pascuala. Aquí no hay nengún Pascual dijo una de las mujeres.

Sin decir palabra, con cólera muda, cayó sobre el infeliz muchacho, y á pescozones y puntapiés lo arrojó de la taberna. Luego, jadeante y pálido, se acercó al mostrador. Oye, niña, ¿no te he dicho que no me da la gana que ese granujilla ponga los pies en esta casa? ¿Es que te quieres divertir conmigo? Y alzando al mismo tiempo la mano, le dió un golpe en el rostro.

Maltrana había oído hablar de las riquezas de su abuela, de un tesoro oculto, que era motivo de misteriosa conversación en todo el barrio. Para rica, la tía Mariposa decían los traperos en la taberna . Esa que tie suerte; no va mas que a casas de título. ¡Las cosas que habrá encontrao esa mujer!

Comenzaba á acostumbrarse á la atmósfera de la taberna, encontrando cada vez más graciosa la «porfía». Hasta Pimentó le resultaba un hombre notable... á su modo. Uno de los Terreròla perdía terreno visiblemente. Dos días de aguardiente á todo pasto, con sus dos noches pasadas en turbio, empezaban á pesar sobre él.

Fermín, por respeto y por asco obedecía, y cuando el estrépito era horrísono, tapaba los oídos y procuraba enfrascarse en el trabajo hasta olvidar lo que pasaba detrás de aquellas tablas, en la taberna. Algo más que las reyertas entre los parroquianos ocultaba Paula a su hijo.

En Socoa, que es el puerto de San Juan de Luz, en una taberna de marineros, cuatro hombres, sentados en una mesa, charlaban. De cuando en cuando, uno de ellos abría la puerta de la taberna, avanzaba en el muelle silencioso, miraba al mar y al volver decía: Nada, la Fleche no viene aún.

Para gallo sin traba, todo terreno es cancha. El 28 de octubre de 1746 hallábase en una taberna del Callao, reunido con otros como él y media docena de hembras de la cuerda, gente toda de no inspirar codicia ni al demonio.