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Actualizado: 5 de junio de 2025
Seré tu mare, y tu jembra, y too lo que haya que ser pa que vivas contento y feliz. ¡Olé! ¡Sigue soltando por ese pico, serrana! dijo Rafael con nuevo entusiasmo. Y te quiero también continuó María de la Luz con cierta gravedad porque soy digna de ti: porque me creo buena y estoy segura de que al ser tu mujer no he de darte la menor pesadumbre. Tú no me conoces aún, Rafaé.
Y al cerrar la noche, a cenar y a acostarse con los huesos cansados del trabajo, pero contentos de la jornada; a dormir en la santa paz de los que emplean bien el día y no sienten el remordimiento de haber hecho mal a nadie. ¡Venga de ahí! murmuraba Rafael con apasionamiento. Y aún no dices too lo bueno.
Me parece que esta noche le voy á mandar calentito á la cama... Ya van muchas. Soledad se había acercado á él y daba vueltas en torno suyo, contemplándole con ojos amorosos, examinando minuciosamente el estado de su traje, quitándole el polvo con leves palmaditas. ¿Has caminado mucho? Por toas las vereas del universo mundo me ha llevao hoy ese guasón. ¿Y too pa qué?
No ha sido mala broma, je, je.... Probecicos y da lástima verles... sobre todo este señor cura está hecho un eciomo, perdonando la comparanza, es una sopa.... Anda, anda, y cómo se le ha ponío too el melindrán este... y la sotana parece un charco.... Tenía razón Pepe. De Pas y don Víctor se miraban y se encontraban aspecto de náufragos.
Y aemás, no es una panoli de las que vistas una vez ya está visto too. Con ella siempre quea argo que desear, argo que se espera y no yega... En fin, Sebastián, no pueo explicarme bien... Pero tú no sabes lo que es una señora; así es que no me prediques y sierra el pico. Gallardo ya no recibía cartas de Sevilla. Doña Sol estaba en el extranjero. La vio una vez, al torear en San Sebastián.
Mucho dinero, ¡mucho! pero crea usté, Sebastián, que pa mí es como si fuese veneno, y cuanto más entra en casa, peor estoy y más se me pudre la sangre. ¿Pa qué quiero los gorros y too este lujo?... La gente cree que soy la mar de feliz y me envidia, y a mí se me van los ojos tras las mujeres pobres que pasan nesesiá pero van con su chiquiyo al brazo, y cuando sienten penas las olvían mirando al pequeño y riéndose con él... ¡Ay, los chiquiyos!
A pesar del respeto que todo banderillero debe guardar a su matador, el Nacional había osado hablar un día a Gallardo con ruda franqueza, amparándose en sus años y en la antigua amistad. ¡Ojo, Juaniyo, que en Seviya se sabe too!
Yo soy así decía Gallardo a sus entusiastas, adoptando un aire de buen príncipe . No quiero imitar a otros toreros que se casan con señoritas, y too son gorros y plumas y faralaes. Yo con las de mi clase: rico pañolón, buenos andares, grasia... ¡Olé ya! Los amigos, entusiasmados, hacían la apología de la muchacha.
El era quien durante las ausencias del matador se encargaba de apaciguar a las mujeres, incluso a la suya, dejándolas como furias cansadas. Vamos a ve decía , ¿qué es too? Una niñá sin importancia.
Usted que sabe tantas cosas, don Isidro siguió la Eufrasia : éste y yo tuvimos esta mañana una porfía. Dice que en Buenos Aires no hay monea de oro, ni de plata, ni otra cosa que unos papelicos con figuras, a modo de estampas, con lo que se compra too... Y eso no pue ser, ¿verdá que no, don Isidro? ¡Una tierra tan rica y no tener dinero!... Vamos, que no pue ser.
Palabra del Dia
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