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Actualizado: 5 de junio de 2025
Pero, señor, fegúrese usté que el hombre me llama y me ice «doy el reló pa la torre sin el menor aquel de gastos pa el respetive: yo pago too el jaleo, y pueen ustedes desde hoy avisar á los carpinteros y albañiles que han de juriacar la paré, porque la cosa estará aquí en toa la semana que viene.»
Ustedes no son más que cántabros... Precisamente yo debo saber bien eso... ¡Claro! ¡Uzté ze lo zabe too! manifestó un caballero no tan viejo, si bien pasaría de los cincuenta, que entraba a la sazón. D. Enrique Valero, magistrado de la Audiencia también, hombre de agradable porte, de rostro fino y expresivo, aunque extremadamente marchito por la vida alegre que había llevado.
¡Ahora no! ¡ahora no! me dijo después de vacilar un poco ; cuando no pueda más... cuando la carga me rinda de too, ¡estonces! ¡estonces!... y a usté solo... Y, por caridá de Dios, don Marcelo: que, hoy por hoy, no sepa ná de estos espantos que me acaban, el señor su tío... ¡ni naide, si ser pudiera!...
Too eso está muy bien, don Fernando. Pero el pobre necesita tierra pa vivir y la tierra es de los amos. Salvatierra se irguió con arrogancia. La tierra no era de nadie. ¿Qué hombres la habían creado para apropiársela como obra suya? La tierra era de los que la trabajaban.
Luego le pareció ver tricornios, muchos tricornios de brillante hule, bocas bigotudas y preguntonas, manos que escribían, y toda la cuadrilla, vestida con trajes de luces, atada codo con codo, camino de la cárcel. Aquí sí que había que negar enérgicamente. «¡Líquido!» ¡Too «líquido»! ¿Qué habla usté de Plumitas?
Esta era la preocupación de Gallardo. Antes cifraba una de sus vanidades en no ocuparse de ellos, y jamás iba a verlos en la plaza antes de la corrida. Yo mato too lo que me echen decía con arrogancia. Y conocía por primera vez a los toros al verlos salir al redondel. Ahora quería examinarlos de cerca, escogerlos, preparando el éxito con un estudio detenido de sus condiciones.
¡Lo que es la ignoransia! decía con asombro a su apoderado . ¡Y yo que creía que too esto sólo era güeno pa los conventos!... ¡Lo que paese que lo apresia esta gente! Arriba encendíanse a su paso los globos de luz eléctrica, mientras en los cristales de las ventanas brillaban todavía los últimos resplandores de la tarde. Gallardo experimentó nuevas sorpresas.
María-Manuela le puso su mano protectora sobre el hombro. No te apures, querido, que todo se arreglará. ¿Lo has desembuchao too? Todo.
¡En mi casa! gemía con expresión de asombro . ¡En el cortijo!... ¡Y eya se acostó en mi cama!... Yo lo sabía too, y cayaba, ¡cayaba!... ¡Pero esto! ¡Josú! ¡Esto, que no hay en toa Seviya un hombre que se atreva a tanto!... El Nacional intervino bondadosamente. Calma, señora Carmen. ¡Si aquello no tenía importancia!
Ties la cara de Dios, gitana; tus labios son casquites de limón, y cuando me miras, creo que me mira el buen Jesú de los milagritos con sus ojos dulces... Quisiera ser don Pablo Dupont con toas sus bodegas, para soltar el vino de las botas viejas que tiene er tío, y que vale miles de pesos: y tú meterías en el charco tus pies bonitos y yo le diría a too Jerez: «Beban ustés, cabayeros, que esto es la gloria». Y toos dirían: «Tiene razón Rafaé: ni que juesen los pinreles de la mismísima mare de Dios»... ¡Ay, niña! ¡si no me quisieras, güena suerte te esperaba!
Palabra del Dia
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