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Actualizado: 6 de octubre de 2025


Y sin tomar nota de esta severa advertencia, al poco rato volvió a las reticencias y sarcasmos; de tal suerte que Grass perdió al cabo la paciencia. Ciego de ira alzó la mano... y el dulce sosiego del bosque fue turbado por una estrepitosa bofetada. Veinte manos vinieron instantáneamente a sujetarle. Otras tantas lo menos acudieron a contener a Timoteo.

Otra vez vio al Cantó con su cabeza entrapajada, en el mismo sitio, rodeado de amigos, a los que hablaba con violentas gesticulaciones. Al reconocer al señor de la torre, antes de que sus camaradas pudieran sujetarle, se agachó, y agarrando dos piedras en los endurecidos surcos, arrojólas contra aquél.

CARLINO. Tiene voz de trueno. ¿Quisiérais, bondadoso señor Razonte, tirarle al suelo ó sujetarle las manos? RAZONTE. ¡Cobarde! BEATRIZ. ¿Es posible, Aquiles? CARLINO. No veo otro recurso que darle el golpe de gracia; si no, me mata. ¡Toma! H

La dama volvió a leer la carta y comprendió entonces una sola cosa; pero una cosa para ella inverosímil, que vino a despertar en su ánimo el movimiento de ira, de sorpresa, de rabia desesperada que causa al potro bravío el primer espolazo que desgarra sus ijares, el primer serretazo que le hace detener su voluntariosa carrera, anunciándole que hay alguien que puede, y quiere, y debe sujetarle y humillarle... ¡Comprendió que por primera vez en su vida le cerraban una puerta, y que era el que se la cerraba un hombre desconocido, un pobre fraile, un Pedro Fernández!... ¡La fuentecilla que corría allí al lado murmurando llegó a los oídos de Currita como el eco de la sarcástica carcajada que había de soltar el mundo al verla vencida por Pedro Fernández!...

Nada le enfurece tanto como ver una obra proporcionada y armónica. Al que la produce dipútale desde luego por artista apocado y enclenque. Componer obras monstruosas, emitir ideas estupendas, no decir jamás algo que no sea completamente nuevo, inaudito, aunque sea un desatino: tal es el secreto para sujetarle.

Verán ustedes la lucha del oso de los Pirineos con los perros que saltan sobre él y acaban por sujetarle. Este es el león del desierto cuyos rugidos espantan al más bravo de los cazadores. Sólo su voz pone espanto en el corazón más valiente... ¡Oid!

Villuendas se reía sin atajarle, gritando: «¡Adiós, mi dinero!, ¡eh!... ¡socorro!, ¡guardias...!». Chillido unánime de espanto y desolación llenó la casa. Ramoncita pensaba seriamente en que debía llamarse a la Guardia Civil. «Pillo, ven acá; eso no se hace» gritó Jacinta corriendo a sujetarle. Una cosa agradaba mucho a la joven. Juanín no obedecía a nadie más que a ella.

Saluda a tu tío, mujer... no te hagas la disimulada profirió Tomás en tono de zumba, que rebosaba de alegría. La joven quedó inmóvil y sorprendida. ¡Vamos, picarona dijo el padre sacudiéndola rudamente por el hombro, que buen pájaro has atrapado! ¡Yo! ¡, !... Ahí tienes a tu tío, que ya se entregó como un borrego... ¿Qué mil diablos le has dado a comer para sujetarle así por las orejas?

La noble faz de Ramoncito se descompuso al escuchar estas pesadas palabras. Todo su cuerpo se estremeció de furor. No se sabe qué acto bárbaro e insano hubiera realizado a no sujetarle Castro por la manga del frac, diciéndole: Déjala, hombre. ¿No ves que tiene ya mucho alcohol en la cabeza? Castro tenía del otro lado a la Nati.

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