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Actualizado: 11 de julio de 2025


El señor Cifuentes acompañó hasta la puerta a la aristocrática pareja, con sus manos siempre metidas en las mangas, y al verla desaparecer en el coche, permitióse murmurar del sobrino de su tío y de su tío mismo, diciendo para su sotana: ¡Exacta alegoría del mundo!... La necedad amparando al vicio.

La iglesia cobrando todos sus servicios a los fieles y cobrando al mismo tiempo del Estado. La Hacienda demandando economías, mientras se crean nuevos obispados y las obligaciones eclesiásticas aumentan en provecho del alto clero, sin beneficio alguno para el populacho de sotana, para los de abajo, que necesitan entregarse a la más despiadada codicia, explotando sin escrúpulos la casa de Dios.

Siempre que hablo con él, me ofrece un puro magnífico: «Che, Maltrana, oiga, galleguito simpático...». Y crea usted que es un hombre de gran sentido, que sabe ver las cosas como pocos... Eche una mirada al obispo, con toda su familia de admiradores tiránicos. Le han obligado a ponerse la sotana de seda con faja carmesí. ¡Y cómo le brilla la cruz!

Lo distinguido, lo intelectual, lo moderno, es creer á ojos cerrados en cualquier patán astuto que, vistiendo la sotana, pronuncia sermones vulgares, y pasa las horas en el confesionario enterándose de vidas ajenas y adorando al Corazón de Jesús, que coloca por encima de Dios. ¡Yo no digo tanto! exclamó el millonario. Yo no creo en ellos, y hasta me río de sus cosas.

Las huelgas por cuestiones de trabajo se desviaban para apedrear iglesias: las manifestaciones populares silbaban é insultaban á toda sotana que cruzaba la calle: hasta los motines contra el impuesto de Consumos tenían por final la quema de algún convento.

Verano e invierno, nunca oigo las cuatro en la cama; tengo la dentadura completa y como lo mismo que cuando don Sebastián venía con su sotana roja de monago a quererme quitar una parte del almuerzo. Vosotros los Luna siempre habéis sido flojuchos; tu padre, antes de llegar a mi edad, no podía menearse y se quejaba del reúma y de la humedad de este jardín.

Sin duda tenía también más robustez física, más dureza de músculos, más plenitud de pulmones. No obstante, estaba sobre ascuas hasta que su hermano el cleriguito no se explicase. Podría suceder muy bien que cuando todo iba como una seda, saliese con ciertas mistiquerías propias de su oficio, sacando el Cristo de debajo de la sotana y alborotando la casa.

, verdad es... pero ¿no podría ir Pepe con algún criado... con Anselmo...? Usted va a mojarse el balandrán... y la sotana.... ¡Al monte! ¡don Víctor, al monte! rugió el Provisor. Y la voz terrible fue apagada por un trueno más horrísono que los anteriores. Señores dijo Ripamilán que estaba escondido en una alcoba . No se apuren ustedes, los chicos deben de estar a techo.

Bajo la sotana del cura latieron por vez primera en el corazón del hombre los impulsos del mal. El ministro de Dios sufrió como las criaturas de barro, y su alma de pureza inmaculada, su mansedumbre, su bondad evangélica, fueron un punto derrocadas por la ira, el aborrecimiento y la venganza.

Sus vicios eran puramente de eclesiástico. Ahorraba en secreto, con esa avaricia fría y dominadora de la gente de iglesia en todos los tiempos. Su bonete mugriento era siempre de algún canónigo que lo desechaba por viejo; su sotana de un negro verdoso y sus zapatos habían sido antes de algún beneficiado. En las Claverías se hablaba en voz baja del dinero guardado por don Antolín, de sus ahorros, que dedicaba a la usura; préstamos que nunca iban más allá de dos o tres duros a los pobres servidores del templo agobiados por la miseria, y que recobraba con creces cuando a principios de mes pagaba el canónigo Obrero. En él, la avaricia y la usura iban unidas a la más absoluta probidad para los intereses de la iglesia. Perseguía encarnizadamente la menor sisa en la sacristía, y entregaba sus cuentas al cabildo con una minuciosidad que fastidiaba al Obrero. A cada cual lo suyo. La iglesia era pobre, y resultaba un pecado digno del infierno privarla de un solo ochavo.

Palabra del Dia

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