Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 11 de julio de 2025


El Magistral dio dos vueltas por el despacho y en una de ellas cogió disimuladamente la carta de la Regenta y la guardó en un bolsillo interior, debajo de la sotana. Adiós, madre; voy a dar los días al señor de Carraspique. ¿Tan temprano? , porque después se llena aquello de visitas y tengo que hablarle a solas. ¿No la lees? ¿Qué he de leer? Esa carta. Luego, en la calle; no será urgente.

Puesto que dejan a mi elección el lugar del destierro se dijo, lo elegiré donde pueda encontrar alguna gloria. Iré donde hay peligro que correr y honor que alcanzar. Me haré matar o lograré distinguirme en la campaña. Y cuando regrese con una bandera, veremos si aun hay quien todavía insista en hacerme vestir la sotana y echar bendiciones a los fieles.

La buena señora admiraba su energía, su fuerza de voluntad, viendo en él algo de San Ignacio, que había sido militar antes que santo y guardaba bajo su sotana la audacia del hombre de guerra.

Vea cuál está aquella sotana y manteo, que ha servido de pañizuelo a las mayores narices que se han visto jamás en paso, y mire estas costillas. Y con esto empecé a llorar.

La misma Josefina, ídolo de aquel culto, no sospechó que bajo la pobre sotana del capellán de sus padres empezaba a realizarse el misterioso génesis que se cumple cuando el amor dice cerca de un alma: «sea hecha la luz

Y después, ¡qué respetable cara con sus largos cabellos blancos y su frac marrón! ¡qué aire más bondadoso cuando llevaba a la espalda a los hijos del viejo Cerisoët, el artillero, o les hacía barquitos de corcho! Solamente yo le hacía siempre un reproche a ese pobre Kernok, se había aficionado demasiado a la gente de sotana. ¡Ah! ¡porque era mayordomo de la parroquia!

Parecía que le habían arrancado a su celda y a sus libros con gran trabajo, que entraba allí con repugnancia, sólo por hacer algún bien con el contacto de su sabia y virtuosísima persona a aquellos buenos señores de Calderón, de quienes era director espiritual. Sus hábitos y sotana eran finos y elegantes; los zapatos de charol con hebilla de plata; las medias de seda.

Se le ocurrían proyectos disparatados, crímenes de tragedia, pero los desechaba en seguida. «Estaba atado por todas partes». Cualquier atrocidad de las que se le ocurrían, que podía ser sublime en otro, en él se le antojaba, ante todo, grotesca, ridícula. Pero aquella sotana le quemaba el cuerpo. La idea de maníaco de que estaba vestido de máscara llegó a ser una obsesión intolerable.

Arrodillado a sus pies estaba el abate, con las barbas fluviales tendidas sobre el negro delantero de su sotana. Todos los ojos iban hacia él: sólo la familia de La Boca seguía con mirada amorosa los movimientos de Monseñor al decir la misa.

Feli pensaba que aquel hombre había nacido para llevar una sotana, un hábito, una envoltura talar. Se movía y andaba como si unas sayas invisibles estorbasen su paso.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando