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Actualizado: 17 de junio de 2025
Milagros, sin tener confianza en lo que la García Grande decía, sospechaba que hubiese algo de verdad en ello, o lo que es lo mismo, se amparaba a lo absurdo como el desesperado que se agarra al clavo ardiendo. «Pero diga usted, Cándida... ¿Ese dinero lo tiene usted?».
«No lo sabía a punto fijo, aunque sospechaba que no debía de haber quedado muy floreciente, y así se lo manifesté a mi madre. » Pues no te equivocas añadió , aunque es difícil que adivines hasta qué punto llegan las mermas de lo que habla, y el desbarajuste de lo que nos queda.
»Antes que él saliera de la admiración de verme allí, y eso que lo sospechaba por el carruaje que aguardaba en la calle, comencé yo a darle cuenta, en voz muy baja y con el mayor laconismo que pude, de todo lo que le interesaba saber sobre lo que ocurría en mi casa y en la suya. ¡Pobre chico! ¡Qué rato le di y qué horas le preparé! «Pero ¿por dónde se supo? ¿Qué mano ha escrito eso?» La misma pregunta que arriba; la misma que me hacía yo. ¿Y quién podía indagarlo mejor que él?
El había llegado, vestido igualmente de oficial de artillería, pero solo, teniendo que confiar su maleta á un hombre de buena voluntad salido de la muchedumbre. Julio hizo un gesto de interrogación. ¿Quién era él? Lo sospechaba, pero fingió ignorancia, como si temiese conocer la verdad. Laurier contestó ella lacónicamente . Mi antiguo marido. El amante mostró una ironía cruel.
Jacinto no sospechaba que la hubiese provocado, pero lo dió por bueno y sonrió con toda la malicia de que era capaz, que no era mucha. Visto lo cual Flora persistió en tomar venganza de sus zorrerías, pellizcándole sin piedad y dándole fuertes empujones que le hacían tambalearse en la tajuela.
Sentada en un sillón de brazos, había levantado la cabeza al sonar el pestillo y la puerta que se abría, había visto que la volvía á cerrar quien había entrado, había reconocido al punto al Comendador, y aun casi inmóvil, silenciosa, le miraba de hito en hito, sospechaba si estaría soñando, y apenas si se atrevía á dar crédito á sus ojos. El Comendador se adelantó lentamente dos ó tres pasos.
¿Y si ha tenido usted parte en esta infamia? Yo... en lo de los golpes no he tenido parte apuntó con rápida frase la voz. Vamos a cuentas dijo el clérigo avanzando un poco, precedido de sus manos que palpaban en las tinieblas . Hace algunos días... lo he sabido ayer por casualidad... mi hermano sospechaba que usted no le era fiel; esta es la cosa. ¿Tenía fundamento esta sospecha?
La gratitud de Obdulia no tenía límites, pero el Magistral creyó necesario buscárselos mostrándose frío, seco y dándola a entender que «no lo había hecho por ella». La viuda, sin embargo, insistió en sostener que le debía la vida. ¡Indudablemente! corroboraba doña Petronila, que no sospechaba cómo quería pagar Obdulia aquella vida que decía deber al Magistral.
Era de desear que el señor Godfrey no fuera a Tarley a fin de echar agua fría sobre lo que el señor Snell había dicho delante del juez de esa aldea, e impedir de ese modo que el magistrado librara una orden de arresto. Se le sospechaba que tenía esta intención cuando se le vio partir por la tarde a caballo y en la dirección de Tarley.
Pero, ¿y si amaba a otro?... Usted ha confesado que sospechaba su nuevo amor... ¿Por qué había de matarse si amaba a otro? ¿De quién podían venir los obstáculos e impedimentos para su nueva felicidad? De ella misma. ¿Qué quiere usted decir? Sus sentimientos sobre el deber, el respeto, la honradez eran elevadísimos. Si usted sospechaba que quería matarse, ¿cómo no le quitó esa arma?
Palabra del Dia
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