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Actualizado: 2 de junio de 2025
El joven se sentó enfrente de los viejos al otro extremo de la cocina en una tajuela dejando en el medio el lar sobre el cual ya no había fuego. Flora después de vacilar un poco vino á sentarse á su lado. ¿Habéis metido ya toda la yerba en la tenada? preguntó el tío Lalo. Está toda dentro desde el miércoles. ¿Mucha? Poca, poca. Nuestro terreno es de secano y este año ha caído poca agua. Verdad.
No hay para qué añadir que esta equivocación lamentable le costó un buen zurriagazo. La noche avanzaba y el mozo de Fresnedo, que antes había mostrado tal prisa de marcharse, ahora estaba pegado con pez á la tajuela. Flora, viendo que sus abuelos daban cada vez más frecuentes y más largas cabezadas le insinuó la idea de que se fuese, pero él se hizo el sueco.
Si se había marchado, quería ver siquiera aquella casa en que ella respiró y sentarse en la misma tajuela y hablar con los que siempre había tenido por padres. Comió apresuradamente y salió con disimulo sin decir una palabra. Bajó á Villoria.
Demetria, de pie en medio de la cocina, se puso tan colorada que parecía imposible ponerse más. Sin embargo, Nolo se puso aún más que ella. La tía Felicia los miró á entrambos con gozo y fué á sentarse de nuevo en su tajuela.
Demetria, abre y dame un poco de agua, que tengo sed y estoy rendido dijo Nolo con vozarrón de falsete. ¡Pobrecillo! ¿Por qué no le hemos de abrir? exclamó Felicia. Y levantándose de su tajuela y con la rueca sujeta á la cintura á guisa de lanza, se dirigió á la puerta y la abrió. ¡Nolo!... Pero ¿eres tú?... ¡Cómo habíamos de pensar!...
Y al mismo tiempo le dió un fuerte empujón que le hizo perder el equilibrio y caer con la tajuela. ¡Qué risa la de Flora! ¡Qué risa la de Jacinto! Al ruido se despertaron los viejos, los miraron con asombro y prosiguieron su tarea. Naturalmente, era necesario otro cuarto de hora para celebrar la ocurrencia; y así se cumplió á la letra.
Jacinto no sospechaba que la hubiese provocado, pero lo dió por bueno y sonrió con toda la malicia de que era capaz, que no era mucha. Visto lo cual Flora persistió en tomar venganza de sus zorrerías, pellizcándole sin piedad y dándole fuertes empujones que le hacían tambalearse en la tajuela.
Palabra del Dia
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