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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Andrés le esperaba a la puerta de casa. Cuando estuvieron a algunos pasos de ella, el cura dijo con terrible entonación «que las mujeres eran todas unas bestias.» Andrés no se atrevió a preguntar el motivo que tenía para pronunciar este dictamen tan desfavorable al bello sexo, aunque lo sospechaba.
El furor del señor Pérez no tuvo límites; se aferró con violencia a la reja; vanos esfuerzos, porque el gitano estaba al abrigo de su cólera. Ya lo sospechaba. ¡Y no será ahorcado más que una vez! aullaba el infortunado corregidor sin soltarse de la reja.
Sospechaba que tal vez fuese una tontería, pero su afán por lo maravilloso la hacía sentir esperanzas, y como el que busca la curación al pie de imagen milagrosa, la pobre Borda pasaba los ratos de descanso al pie de la palmera, que la protegía con la sombra de sus punzantes ramas.
Pero el primero había dicho que no volvería hasta dentro de tres días, y el segundo, que sospechaba tan mal de ella, sería capaz de confirmarse en su creencia al verla arrojada de la casa por las señoras. Ella necesitaba, sin embargo, ver á Lázaro y contarle todo. Si él daba crédito á su explicación, ¿qué harían los dos, tan desamparado el uno como el otro?
«No sospechaba aquel ciego, tan inoportunamente alegre y decidor, que su amigo, su mejor amigo, al romper la marcha el tren había tenido tentaciones de arrojarse al andén; y después, de tirarse por la ventanilla a la vía, y correr, correr desalado a Vetusta, entrar en el caserón de los Ozores y coser a puñaladas el pecho de una infame...».
No veía la tostada, ni sabía en rigor lo que era la filosofía, aunque sospechaba que fuese una cosa muy enrevesada, incomprensible y que vuelve gilís a los hombres. «No me llama la atención que te quedes con la boca abierta. Ya irás comprendiendo... ¡Se da unos atracones de filosofía!, y me parece que dijo Juan Pablo que era filosofía espiritualista...».
El eclesiástico, que oyó decir de gigantes, de follones y de encantos, cayó en la cuenta de que aquél debía de ser don Quijote de la Mancha, cuya historia leía el duque de ordinario, y él se lo había reprehendido muchas veces, diciéndole que era disparate leer tales disparates; y, enterándose ser verdad lo que sospechaba, con mucha cólera, hablando con el duque, le dijo: -Vuestra Excelencia, señor mío, tiene que dar cuenta a Nuestro Señor de lo que hace este buen hombre.
Sin embargo, un imperfecto sentimiento de equidad, emanado de los que habían tenido la buena suerte de limpiar en el juego a don Jorge, acalló las mezquinas preocupaciones de los más irreductibles. Don Jorge recibió el fallo con filosófica calma, tanto mayor en cuanto sospechaba ya las vacilaciones de sus juzgadores. Era muy buen jugador para no someterse a la fatalidad.
Bonifacio no sospechaba nada ni del primo ni del abuelo. En cuanto su mujer dio por terminada la luna de miel, que fue bien pronto, como se encontrase él demasiado libre de ocupaciones, porque el tío mayordomo seguía corriendo con todo por expreso mandato de Emma, se dio a buscar un ser a quien amar, algo que le llenase la vida.
Este sendero y la humana figura detenida en él llamaron vivamente la atención de Golfín, que dirigiendo gozosa mirada al cielo, exclamó: ¡Gracias a Dios!, al fin salió esa loca. Ya podemos saber dónde estamos. No sospechaba yo que tan cerca de mí existiera esta senda.... Pero si es un camino.... ¡Hola!, amiguito, ¿puede usted decirme si estoy en las minas de Socartes?
Palabra del Dia
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