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Actualizado: 11 de julio de 2025
Mientras más me sueno, más abrumada tengo la cabeza. Estoy harto de beber aguas. ¡Demonio con las aguas! No quiero más brebajes. Tengo el estómago como una charca. ¡Y me dicen que tenga paciencia! Cualquier día tengo yo paciencia. Mañana me echo a la calle. Falta que te dejemos. Al menos ríanse, cuéntenme algo, distráiganme. Jacinta, siéntate a mi lado. Mírame. Si ya te estoy mirando.
Fortunata se le puso delante cuando volvía hacia la mesa central. «Tenía que hablar contigo... Como no se te ve... ¡Ay, qué amigas estas, se muere una sin que le digan nada!». Algo se tranquilizaba Aurora con este lenguaje, y sonriendo contestó: «Hija, con tantas ocupaciones, no tiene una tiempo para visitas. Pensé ir a verte... Pero siéntate». Estoy bien así... Pronto despacho.
Y don Manuel, alzándose del sillón, estrechó al muchacho en un abrazo ardiente, y teniéndole así, preso y acariciado, dijo con solemnidad: Doy por recibido tu juramento, y le pongo este sello de nuestro cariño. Quiso salvador confirmar: yo juro; pero el de Luzmela le tapó la boca con su descarnada mano. Está jurado, hijo mío; ven y siéntate otra vez a mi lado; no me sostienen las piernas.
Estaba ella casi en paños menores, mas no considerando el momento propicio al amor, en seguida se vistió y calzó; arrebujose en una bata, y al ver a don Juan que volvía de su cuarto palmatoria en mano, le dijo: Ven, siéntate aquí; la verdad... nada te pido... Y rompió de nuevo en llanto. Nunca había visto él llorar así: en vano quiso que aquellas lágrimas le pareciesen falsas o ridículas.
Cuando éste penetró en el cuarto de Enrique, le halló afeitándose frente a un espejo, tan preocupado y atento a su tarea, que no le vio ni oyó los pasos. Hola, Enriquillo, ¿cómo va? Enrique volvió asustado la cabeza. Ah, ¿eres tú, Miguelito? Siéntate, hombre, me alegro mucho de verte aquí.
Todo se arreglará indicó doña Lupe en tono conciliador , si consigo quitarte de la cabeza esas humaredas. Porque tú tienes sentimientos honrados, tienes buen juicio... Pero siéntate. Me da fatiga de verte en pie.
Juan dijo después de una pausa, querido Juan; siéntate a mi lado un momento; tengo que decirte algo. Si en pasados días te he parecido alguna vez dura o fría o coqueta, era porque te amaba, Juan; te amaba demasiado para comprometer tu porvenir, encadenándolo con el mío ya caduco. Siempre te amé, querido Juan, hasta cuando parecía menos digna de ti.
Los hierros de la reja eran demasiado espesos para que pudiese haber entrado por ella el bufón, y las vidrieras estaban cerradas. Cierra y siéntate dijo el tío Manolillo al duque de Lerma . Aquí no puede oírnos ni vernos nadie. Eres mi secretario, duque. ¿Qué significa esto? exclamó Lerma ; ¿en qué poder confiáis para atreveros á tanto? Es singular, singularísimo tu orgullo, duque.
1 Y Booz subió a la puerta y se sentó allí: y he aquí pasaba aquel redentor del cual Booz había hablado, y le dijo: Eh, fulano, ven acá y siéntate. Y él vino, y se sentó. 2 Entonces él tomó diez varones de los ancianos de la ciudad, y dijo: Sentaos aquí. 3 Y dijo al redentor: Una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec, vendió Noemí, la que volvió del campo de Moab;
Ven acá, hija mía dijo alargándole una mano, mientras que con la otra obligaba a Amaury a permanecer en su asiento; ven y siéntate aquí. Ahora dame tu mano; Amaury ya me ha dado la suya. Antoñita obedeció. El doctor miró con gran ternura a ambos, que mudos y trémulos aguardaban, y después besoles en la frente, diciendo: He podido contemplar dos corazones generosos, y me alegro de lo que pasa.
Palabra del Dia
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