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Actualizado: 27 de junio de 2025


Ciérranse sus poros, le falta aire respirable; siéntese ahogado, empero conserva su forma y queda árbol de piedra, espectro de árbol, sombra lúgubre sin fuerzas para desaparecer, cautiva en la muerte misma. Mucho antes de vislumbrarse el mar, se oye y se adivina el temible elemento. Primero un rumor lejano, sordo y uniforme. Poco á poco cesan todos los ruidos dominados por aquél.

Y esgrimió el bastón ante la imagen hechicera de la dama vestida de baile. «Has contravenido mi plan; te has burlado de mis recetas. No te salvarás, Isidora. Yo te abandono a tu desgraciada suerte. Siéntese usted, Augusto; deje usted el sombrero» dijo Eponina con melosa urbanidad.

Gracias por el interés que nos demuestra... Mas es para un dolor que usted se marche... Me había acostumbrado ya a sus buenas visitas, y no puedo imaginarme que sea ésta la última... Siéntese aquí, muy cerquita... Hablaba con tono tan afectuoso, filial casi, que fue dando a Francisco mayor aplomo para abordar la delicadísima cuestión de que quería hablarle.

Amalia le mortificaba infinitamente reteniéndole cuando los tresillistas le aguardaban. Entonces no respondía acorde a sus preguntas, sonreía por máquina y dirigía frecuentes y codiciosas miradas a la mesa donde sus compañeros gozaban ya las dulzuras de alguna vuelta con palo de favor. Moro, siéntese usted aquí; vamos a charlar un rato. Moro temblaba: se le venía el mundo encima.

Buenas tardes, padre . Buenos ojos le vean, padre . Siéntese aquí, padre. No, ahí no, padre; véngase cerca del fuego. El sexo masculino le fué dando la mano con afectuoso respeto. La voz del sacerdote, al preguntar o responder en los saludos era suave, casi de falsete, como si en la pieza contigua hubiese un enfermo; su sonrisa era triste, protectora, insinuante.

Mañana, si a mano viene, se mudan ustedes, y el que tome el cuarto, como vea la cal fresca, pide más obras. No podemos. El mes pasado me gasté más de veinte mil reales en reparaciones. Conque, despácheme, que tengo prisa». ¿Pero se ha vuelto usted cohete? Siéntese un momento. Dígame una cosa... No tengo que decir cosas. Que me voy... ¡Ay qué pólvora de hombre! Mire que así va a vivir poco. Mejor.

Siéntese usted, señora la dijo, depositando la paleta y el pincel sobre una silla. Sentóse, en efecto, en una butaca. Don Jaime permaneció en pie. Hay que cerrar la puerta dijo ella tratando de levantarse nuevamente. Pero el caballero se apresuró a hacerlo. Después vino a colocarse frente a la dama, cuadrando los pies en actitud exageradamente respetuosa, esperando a que ella hablase.

Siéntese usted, amigo mío le dijo apiadándose de él ; repóngase un poco, y dígame luego cuanto tenga que decirme.

Siéntese usted un instante, milord, dijo el vigilante. Voy á buscar al 2317 y se lo traeré... Puede usted fumar si gusta..., no huele á rosas aquí. Tragomer inclinó la cabeza sin responder, y se apoyó en el estrado desde el cual se distribuían castigos á aquellos desgraciados que parecen, sin embargo, haber llegado al máximum del sufrimiento. Una indecible angustia le oprimía el corazón.

Lo mismo fue entrar este en el comedor que conocer en la cara impertinente de su hermano que ya sabía aquello... No le dio Nicolás tiempo a prepararse, porque de buenas a primeras le embocó de este modo: «Siéntese usted aquí, caballerito, que tenemos que hablar. Vaya, que me ha dejado frío lo que acabo de saber. Estamos bien. Con que...».

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