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Actualizado: 27 de junio de 2025
Vamos a ver dijo don Luis entrando ante todo, agradezco muy de veras su atención; pero dudo que hayamos encontrado algo nuevo. ¡He estudiado tanto el asunto! Aquí tiene Vd. contestó Pepe entregándole las cuartillas. Siéntese Vd. un momento. El senador comenzó a leer para sí, y su fisonomía fue tomando una expresión indefinible: pugnaba por disimular la emoción y no podía.
A pesar de la absoluta convicción que éste tenía de su honradez no pudo menos de retroceder un paso, dando señales de susto. Usted me perdonará, Tristanito, que le moleste un momento. Tengo que hablarle de algunas cosillas serias. Barragán era el hombre de los diminutivos. Estoy a sus órdenes, amigo Barragán respondió Tristán completamente asegurado... Pero siéntese usted.
No esperaba, señora dijo sin contestar a la pregunta , encontrarla tan bien. La última carta que el señor duque recibió de Corfú... Sí, efectivamente, señora; había llegado ya al último extremo, pero no me han querido en el cielo. Pero siéntese a mi lado. A la hora presente mi padre y mi madre ya estarán tranquilos. ¡Oh, estoy completamente restablecida! Debe conocerse, ¿no es verdad?
Pero la guerra ha venido a confirmarla; cuando se vió lo que yo he visto, siéntese uno incapaz de severidad, si no es para consigo mismo. Aunque hubiera sabido quién era usted, no habría dejado de venir. LEONIE. ¡Es usted demasiado bueno, caballero...! Me consuela lo mejor que puede. Si yo lo hubiera sabido, jamás me hubiera atrevido a escribirle...
Bastante he vivido ya. Siéntese. En seguidita le doy el dinero. Pero dígame una cosa que quiero saber. ¿De quién es ahora esta casa? Eso a usted no le importa. ¿Cree que estoy yo para perder el tiempo? La casa es de su amo. Le repito que no tengo ganas de conversación. ¿Es que quiere usted comprar la finca? Vamos; al avío... Ya sabe que soy hombre de pocas palabras.
Yo espero que ella será agradecida á tanto honor, y sabrá corresponder á él con su buena conducta. Pero, es preciso corregirse, niña dijo Paz; y si es verdad lo que el señor Elías nos ha dicho de usted ... y verdad debe ser cuando él lo dice.... Siéntese usted. Los dos visitantes se sentaron en dos taburetes, magníficas joyas del siglo decimoséptimo.
Vamos, siéntese usted, aquí, a mi lado, y hablemos.
Ya hablaremos de esto más adelante. Siéntese en ese sillón, porque tenemos que decirnos muchas cosas. DORA. ¿Usted qué sabe? JULIA. Hace poco tenía yo un presentimiento. Y pensaba: «Hay una señora Stowe, de Chicago, que vendrá a verme una de estas tardes para pedirme algunas lecciones.
Lo que hace la dicha de los unos constituye la desgracia de los otros... ¡Esa es la vida!... Siéntese usted. Hablaremos del particular mientras usted trabaja, puesto que eso no le molesta. Fabrice se inclinó, instaló el caballete, tomó la paleta y se puso a pintar. Creo que necesitaremos dos sesiones todavía. ¡En fin! dijo la baronesa.
Cuando al salir de la casa de un amigo en que ha oído voces infantiles y risas de juventud, vuelve a su triste cuarto de soltero, siéntese lleno de añoranza por lo pasado y de inquietud por lo porvenir, pensando en la rapidez con que pasan los años, en la época cada vez más cercana del retiro, en las prosaicas miserias y los asquerosos servilismos que turban el ocaso de la vida de un solterón.
Palabra del Dia
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