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Actualizado: 27 de junio de 2025


Para averiguar cuales son las causas que pueden influir sobre el número de los nacimientos, segun las estaciones, voy á presentar el máximo de cada año de los mencionados. Aunque la temperatura sea relativamente poco variable en el pais de que me ocupo, siéntese en él sin embargo muy vivamente la influencia de las estaciones, que depende del estado meteorológico del lugar.

Conque Sevilla le gusta a usted... ¡Milagro! La gente del Norte suele sufrir un desencanto al llegar aquí... La verdad es que las calles no son bonitas y anchas, como en Madrid y Barcelona, ni están bien cuidadas... Las casas son bajitas y de poca apariencia... Pero, siéntese bien, Sanjurjo. Hice otro movimiento más pronunciado, y sonriendo afectadamente exclamé: ¡Oh!

Pues así y todo, me gusta, ¡me encanta! ¡Es tan árabe todo esto! Parece que está uno viendo salir por estas cancelas las damas del tiempo de los reyes moros de Sevilla rebujadas en sus alquiceles blancos. Ustedes son las hijas de ellas, y en verdad que no desmerecen. Bien se conoce que es usted poeta... Pero siéntese bien, criatura; échese hacia atrás.

Seguila por una galería de arcos con suelo de ladrillo, cerrada de cristales. Por ellos se veían muchas flores y plantas. Parose delante de una puerta, empujola y me dijo: Pase y siéntese. Cuando principie la misa, ya se le avisará. Había en los ojos de la monja, en su voz y en sus ademanes una firmeza que distaba mucho de la cortedad y timidez que yo juzgaba antes inherentes a toda religiosa.

Al visitar aquel país treinta años ha, no me daba cuenta del gran atractivo que para tenía. En el fondo, el atractivo es su grande armonía. Por otro lado, y sin que uno se lo explique, siéntese discordancia entre el suelo y el habitante.

Con permiso... dijo Baldomero golpeando con los nudillos de la mano en la puerta de la sala, donde conversaban Lorenzo y Melchor, recostado éste en el sofá, mientras esperaban la hora de almorzar. ¡Entre, Baldomero! ¡Aquí está fresquito! dijo éste sacándose el sombrero y peinándose el cabello con los dedos. Siéntese... ¿qué hay de nuevo?

Vaya por Dios... vaya por Dios... Es usted el diantre, señorito... Pase ahora adelante... Siéntese y cúbrase; siéntese y cúbrase; siéntese y cúbrase... La estancia en que penetró era la más original que en su vida había visto.

Siéntese, sosiegue, tome algo; una taza de tila. Felicita se tendió, desmadejada, sobre un sofá; los ojos, dilatadísimos, clavados en el cielo raso. Telva. Señorita. Anda a ver cómo sigue. Señorita, si acabo de venir de allí.... Obedece. Vete a ver cómo sigue. Pregunta todos los detalles. Telva se fué, refunfuñando.

Siéntese usted aquí le dijo D. Romualdo, dando tan fuerte palmetazo en un viejo sillón de muelles, que de él se levantó espesa nube de polvo. Un momento después, habíase enterado el galán fiambre de su participación en la herencia del primo Rafael, quedándose en tal manera turulato, que hubo de beberse, para evitar un soponcio, toda el agua que dejara Doña Francisca.

Augusto prosiguió el conde, dirigiéndose al joven, que acababa de entrar con el manuscrito, siéntese usted y lea: le escuchamos. Obedeció Augusto, tomando asiento en el acto, y cuando todos nos hubimos acomodado bien para ser, como suele decirse, todo oídos y no perder detalle del relato, el joven comenzó así su lectura:

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