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Actualizado: 5 de junio de 2025
Hasta afirmaban que surgía á veces en los lugares más solitarios del río, como un fantasma hermoso y fatal, peinándose los rubios cabellos ó pintándose el rostro; y esta aparición era terrible para los que la veían, pues significaba un anuncio de próxima muerte.
Ventanas y puertas se abrían de par en par, como diciendo que donde no hay, no importa que entren ladrones; y en el marco de los agujeros por donde respiraban trabajosamente los ahogados edificios, se asomaba ya una mujer peinándose las guedejas, y de la cual sólo distinguía el transeúnte la rápida aparición del brazo blanco y la oscura aureola del cabello suelto; ya otra, remendando una saya vieja; ya lactando a un niño, cuyas carnes rollizas doraba el sol; ya mondando patatas y echándolas, una a una, en grosera cazuela.... Esta vecina atravesaba con la sella de relucientes aros camino de la fuente; aquella se acomodaba a sacudir un refajo o a desocupar, mirando hacia todos lados con recelo, una jofaina; la de más acá salía con ímpetu a administrar una mano de azotes al chico que se tendía en el polvo; la de más allá volvía con una pescada, cogida por las agallas, que se balanceaba y le flagelaba el vestido.
Al siguiente día, D. Evaristo fue en coche a ver a Fortunata, a quien encontró peinándose sola. Sentándose a su lado, y cogiéndola por un brazo, la llamó a sí y le dio un beso, diciéndole: «El último beso... La aventura del viejo Feijoo ha pasado a la historia... Entraremos pronto en vida nueva, y de esto no quedará sino un recuerdo en mí y otro en ti... Para el público nada.
El Mediterráneo estaba á sus pies, profundamente azul, peinándose con lentos cabeceos en una fila de escollos puntiagudos que sacaban de sus hilos acuáticos borbollones de espuma. Se bifurcaba el promontorio aquí, formando los dos brazos de una horquilla desigual. El más corto era una prolongación del parque, llevando aguas adentro la magnífica arboleda que abullonaba su dorso.
Ni una nube en el cielo; todo era azul arriba y abajo, sin otra alteración que las franjas de espuma peinándose en los salientes de la costa y los inquietos oros del sol formando un ancho camino sobre las aguas. Un rebaño de delfines triscó en torno del buque como en los cortejos de las divinidades oceánicas. ¡Si siempre estuviese así el mar dijo el capitán , qué delicia ser marino!
Subió al principal, y de puerta en puerta exhortaba a los grupos de mujeres que allí estaban peinándose. «A las doce... que no vea yo aquí estos corrillos, ¿estamos? Y barrerme bien todo el corredor. La que tenga velas que las saque; la que tenga flores o tiestos bonitos que los lleve allá... Y todos estos pingajos que aquí veo colgados, están ahora demás».
Con permiso... dijo Baldomero golpeando con los nudillos de la mano en la puerta de la sala, donde conversaban Lorenzo y Melchor, recostado éste en el sofá, mientras esperaban la hora de almorzar. ¡Entre, Baldomero! ¡Aquí está fresquito! dijo éste sacándose el sombrero y peinándose el cabello con los dedos. Siéntese... ¿qué hay de nuevo?
Muchos tenían repuesto de alfileres; otros corrían a sus casas, encontraban a sus madres peinándose al sol, en las puertas de las casas, y les quitaban la moneda o se la robaban.
Palabra del Dia
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