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Actualizado: 22 de junio de 2025
El seminarista, a pesar de que su familia consideraba la capilla como suya, sentíase más atraído por la inmediata de San Ildefonso, que guardaba la tumba del cardenal Albornoz. De todo el pasado de la catedral, lo que más excitaba su admiración era la figura novelesca de aquel prelado guerrero, amante de las letras, español por nacimiento e italiano por sus conquistas.
Ya enamorado de la señora Miguelina, había permanecido frío a tales avances y desdeñado esta conquista demasiado fácil. En el estado de espíritu en que sentíase aquella tarde, el encuentro de esa mujer habría de serle poco agradable; sin embargo, no quiso humillar a la Fleurota y le respondió precipitadamente: En efecto, me acuerdo muy bien... ¿Cómo le va, Celia?
Sentíase avergonzado de vivir él, tan viejo y tan feo, muriendo su mujer, joven y hermosa. Hicimos cuanto pudimos por consolarle. Después de algunos días supe que la había dotado en vida en más de la mitad de su hacienda, y que la hermana de Raquel se había apresurado a reclamarle esta dote. Mis amores experimentaron un gravísimo contratiempo.
El señor de Maurescamp no se encontraba bien; sentíase irritado del papel secundario que desempeñaba en tales ocasiones; encogíase de hombros, decía dos o tres bromas groseras y se marchaba. A pesar de todo, la verdad tiene tanta fuerza, que a veces sentíase inclinado a creer que sus relaciones eran en efecto puramente sentimentales.
Erguíase al andar, queriendo ser más alto; movíase con una arrogancia de conquistador; miraba a todos lados con aire triunfal, como si sus dos compañeros no existiesen. Todo era suyo: la plaza y el público. Sentíase capaz de matar cuantos toros existiesen a aquellas horas en las dehesas de Andalucía y de Castilla. Todos los aplausos eran para él, estaba seguro de ello.
¡Conque Rafael!... ¡Ay qué gracia, y cómo está, la niña! ¡Si me llamo Luis!... La muchacha volvió a abatir su cabeza, como si no comprendiese las palabras del señorito. Sentíase cada vez más anonadada por el vino y el movimiento.
Todos contra él; únicamente le quedaba Pep con su familia, pero éstos acabarían alejándose igualmente, a impulsos de la necesidad de vivir bien con sus vecinos. El forastero no intentaba rebelarse contra su suerte. Sentíase arrepentido, avergonzado de la acometividad de la noche anterior y de su reciente excursión a la montaña. Para él no había sitio en la isla.
Bettina sentíase llena de confianza y osadía. Tenía fiebre, pero esa fiebre que en el campo de batalla da al soldado el ardor, el heroísmo y el desprecio del peligro. La emoción que aceleraba los latidos de su corazón era una emoción elevada y generosa. Ella se decía: «¡Quiero ser amada! ¡Quiero amar! ¡Quiero ser feliz! ¡Quiero que él sea feliz!
Ramiro sentíase como embriagado por vicioso licor y todo extraño, todo ajeno a sí mismo. Sus sentimientos familiares habían huido muy lejos, dejándole a solas con una imperiosa pasión surgida de pronto de algún silo del alma y ante la cual todos los instintos corrían a someterse cual humilde servidumbre.
En ella toda una «trouvaille» para dar lógica cabida a los elementos que indicara Aristarco... Traduciéndola al pobre lenguaje de mortales, resultaba una historia conmovedora... La princesa Belisa era bella y sentíase sin embargo desgraciada, porque su padre el rey había resuelto casarla con el príncipe Lejano.
Palabra del Dia
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