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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Las mujeres buenas huelen á pescado y á estropajo: estaba seguro de ello... En su lejana juventud, los conocimientos del pobre Caragòl no habían ido más allá. Al quedar solo, agarró un trapo, agitándolo violentamente como si sacudiese moscas. Quería limpiar el ambiente de malos olores. Sentíase escandalizado, como si hubiesen dejado caer una pastilla de jabón en uno de sus arroces.

Era simplemente que Marcones, imbuído en las doctrinas de los modernos estadistas, comprendía que la fuerza pública debe estar siempre al servicio del poder constituído. Y, sin embargo, nunca don Roque tuvo más necesidad de ser acompañado que entonces. Además de un frío moral que le helaba el corazón, sentíase físicamente indispuesto.

¡Miedo!... Esta palabra bastó para que Febrer saliese de su encogimiento suplicante y mirase con soberbia a los rivales sentados ante él. ¿Miedo a quién?... Sentíase capaz de pelear con todos estos rústicos y sus innumerables parientes. ¡Miedo no, Margalida! Ni por él ni por ella debía temer. Lo que Jaime la suplicaba era que respondiese a su pregunta. ¿Podía esperar? ¿Qué pensaba contestarle?...

Sentíase sin energía para arrostrar el tormento de tanto y tanto canto de aficionado en el estrecho salón, entre un público abaniqueante y sudoroso. Prefería dar un paseo por la parte alta del buque, contemplando el espectáculo de la noche. Así lo hizo.

¿Qué le importaba ya la suerte de los infelices, el destino de la horda miserable y los tremendos conflictos que pudieran desarrollarse en lo futuro?... A vivir: toda su vida la tenía en sus brazos. El calor de este cuerpecillo le infundía una resolución egoísta y brutal. Al coger a su hijo sentíase fuerte. Era como un arma que le daba confianza y valor para seguir su marcha.

Sentíase en los oídos un suave zumbido constante, a través del cual los ruidos llegaban amortiguados y confusos. La vista no gozaba siquiera la voluptuosidad de posarse en el agua, porque el río mismo despedía un aliento cálido.

Además, sentíase fatigado, pues una obra como la que acababa de publicar no se escribe todos los meses. Lamentábase en presencia de Maltrana de sus fatigas y trabajos, con una sinceridad que daba ganas de llorar... Por ahora no tenía otra ocupación que leer las críticas de los periódicos.

A él le era imposible vivir si Amparito se negaba a amarle; necesitaba, para no aborrecer la vida, que ella se decidiese a ser su musa, su inspiración. Y el lindo bebé, aunque por costumbre seguía riendo, sentíase muy satisfecha en su interior de ser musa de alguien, honor que jamás alcanzaría su hermana Concha.

Sentíase impregnado del indefinible perfume de la joven, y andaba con timidez, como si se hubiese adherido a su exterior algo precioso y frágil que podía desprenderse al acelerar su marcha. La dulce borrachera del amor correspondido trastornaba a Juanito.

La viuda sentíase molestada por tales audacias; agitábase nerviosa en su asiento, pero callaba y seguía sonriendo. Pensaba en que la situación imponía disimulo, y que la amistad del matrimonio Cuadros le era muy necesaria para salvarla en sus apuros de señora en decadencia, acosada por las deudas.

Palabra del Dia

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