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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Febrer se asomó a la ventana, y le vio al pie de la torre recogiendo su sombrero que se había caído y agitándolo en alto con expresión triunfante. Corrió luego el muchacho en torno de la base de la torre, y sus pasos resonaron poco después con bullicioso trote en los peldaños de madera, cerca de la puerta.

Bueno, tráeme aquel manguito. Castro se apresuró a obedecer el mandato. Clementina, cuando lo tuvo entre las manos se sentó con afectada calma en el diván, y agitándolo luego en el aire exclamó: ¿A que no adivinas lo que contiene este manguito? Sus ojos resplandecían de alegría y orgullo al mismo tiempo. Los de Castro chispearon de anhelo.

Quedó así clavado, siempre en su sillón, agitándolo extraños e indefinibles presentimientos... De las tres bujías que alumbraban la estancia, apagose una, ya consumida... Al disminuir la luz, Pablo dirigió una mirada a los retratos que colgaban en los muros, y vio que todos, hombres y mujeres, lo miraban y sonreían cariñosamente, como saludándolo.

Las mujeres buenas huelen á pescado y á estropajo: estaba seguro de ello... En su lejana juventud, los conocimientos del pobre Caragòl no habían ido más allá. Al quedar solo, agarró un trapo, agitándolo violentamente como si sacudiese moscas. Quería limpiar el ambiente de malos olores. Sentíase escandalizado, como si hubiesen dejado caer una pastilla de jabón en uno de sus arroces.

El uranoscopo obscuro, con los ojos casi unidos en la cumbre de su enorme cabeza y el cuerpo en forma de maza, sólo dejaba visible un largo hilo que surgía de su mandíbula inferior, agitándolo en todas direcciones para atraer á sus víctimas. Estas perseguían el movible objeto creyéndolo una lombriz, hasta que eran alcanzadas por los dientes del cazador.

El señor Pulido desplegó las tres falanges de su dedo índice para decir, agitándolo de arriba abajo: «¡Lo dije, lo dije!», y el sesudo diplomático, con la energía de la constancia que no consiste en hacer siempre lo mismo, sino en dirigirse siempre al mismo fin, tomó por otro camino para llegar a su objeto, consolándose con que Napoleón cometió también faltas en la guerra de Rusia, Ciro en la de los Scitas, César en África y Alejandro en la India.

Mas Pulidito, alargando el inexorable dedo indicador, cual si fuesen sus falanges elásticas, y agitándolo de arriba abajo con la fatal oscilación de un péndulo acompasado, exclamó con temeroso acento: ¿Lo ves, Pepe?... ¿Lo ves?... ¡Lo dije!... ¡Lo dije!... ¿Qué? replicó Butrón con el aire resignado de quien se prepara a recibir un importuno chubasco.

Palabra del Dia

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