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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Y seguí mi vida. ¡Ay! ¡Cuando me acuerdo que algunas veces acorté el tiempo que me había propuesto pasar junto á mi hijo para seguir á algún hombre que apenas me interesaba!... Ahora que no lo tengo, pienso en las horas que pude vivir á su lado y fueron dedicadas al primero que excitó mi curiosidad... Es mi remordimiento más terrible, lo que me roe durante la noche y me obliga á pensar en el juego como único remedio.

Sin hablar ni una palabra a la criada que me miraba con asombro, seguí a Mustafá que en medio de sus caricias se dirigía hacia el interior. En aquel momento escuché el preludio de un piano. ¿Qué había de misterioso en aquel sonido que penetraba en mi alma, que me traía algo del alma de Amparo? Porque yo no dudaba de que ella era la que producía aquel sonido...

Pregunté la razon de aquella pacífica aglomeracion de hombres que tenian el aire de campesinos, y me dijeron que acababa de tener lugar un juicio de aguas. La frase me picó mas la curiosidad y seguí preguntando.

A las 6 leguas llegué a la posta llamada la Esquina de Medrano. Desde aquí seguí al Paso del Rio Tercero, llamado de Ferreira, á las 13 leguas, á donde llegué de noche, y pasé á la banda septentrional, donde está la casa de posta: el camino, terreno, campos &c., son iguales á los de la mañana. Toda la orilla del rio está poblada de ranchos, en donde siempre crian sus ganados y labran la tierra.

Una noche, estaba yo desvelado pensando en la tristeza de Margarita, pensando cómo haría para volverla á su tranquilo estado anterior. Nuestros hermanos dormían. De improviso y en medio del silencio de la noche unas leves pisadas... las reconocí: eran las de Margarita que pasó por delante de la puerta de nuestro aposento; yo me levanté y la seguí descalzo.

Pero yo, bien porque la sangre juvenil no podía aplacarse fácilmente, bien porque no observé a tiempo la entrada de mi ama, seguí en medio del cuarto demostrando mi enajenación con frases como éstas, pronunciadas con el mayor desparpajo: ¡la mura a estribor!... ¡orza!... ¡la andanada de sotavento!... ¡fuego!... ¡bum, bum!... Ella se llegó a furiosa, y sin previo aviso me descargó en la popa la andanada de su mano derecha con tan buena puntería, que me hizo ver las estrellas.

El administrador y él se miraron, dirigiéndose una leve sonrisa, no muy halagüeña para . Bueno, bueno, venga usted conmigo dijo el complaciente Nieto con resolución entre galante y burlona .Ya veremos si podemos dar con ella. Salí, haciendo una fría inclinación de cabeza al administrador, y seguí al empleado, que comenzó a guiarme por los corredores. ¿Usted no sabe en qué taller trabaja?

Teresa se volvió hacia , y con tono entre suplicante y malicioso me dijo: Rodolfo: ¡enamórela usted! Castro Pérez llegó un poco antes de las cinco. Entró silencioso, dejó en su mesa el sombrero y el bastón, y luego, paso a paso, se dirigió a la mía: ¿Acabó usted la copia? Aquí está. Leyó el alegato, firmó, y volvió a su pieza. Yo le seguí. Deseo hablar con usted dos palabritas.

Como yo me negase á tomar cierto confite del que se hacían grandes elogios, levantóse de improviso con una cucharilla en la mano; se acercó á ; me hizo con un gesto encantador abrir la boca y me introdujo allá la cuchara cargada de dulce. Dudo que la ambrosía tuviese mejor gusto. Agosto 3. Agosto 5. Ayer me llamó el conde aparte con aparato de misterio. Confieso que le seguí más muerto que vivo.

¿Y la honra de la mujer, Rodolfo? ¿Ella me manda ser fiel a mi patria y a mi cuna? ¡No por qué Dios me ha hecho amarte; pero también que me ordena quedarme! Seguí guardando silencio y ella continuó tras una pausa: Llevaré siempre tu anillo en mi dedo; tu corazón estará eternamente junto al mío, tu beso en mis labios. Pero debes partir y yo debo quedarme.

Palabra del Dia

hociquea

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