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Actualizado: 13 de junio de 2025


Reyes aquella tarde velaba el sueño de Serafina, que yacía allí cerca, en la alcoba, víctima de un agudísimo dolor de muelas que, al aplacarse a ratos, la dejaba sumirse en tranquilo sopor, aunque algo febril, no desagradable. Reyes velaba.

Los sirvientes parecen salidos de las aguas y no enjugados; las ruedas, que están contiguas, hacen un ruido infernal, que impide oír una palabra, la sed devoradora sólo puede aplacarse con el agua tibia o el vino más caliente aún... ¡Imposible!

Dijo esto apresuradamente, como una jaculatoria aprendida, llevándose la mano al sombrero y descubriendo un instante su cráneo rapado, puntiagudo, estrecho, con las orejas salientes. Después se alejó manoteando, como si no pudiera aplacarse fácilmente la exaltación que se despertaba en él al mencionar sus celestiales protectores.

La causa de esto parecía ser como una sed de su espíritu, que se fomentaba, sin aplacarse, de audaces previsiones de lo futuro, de un perpetuo imaginar hechos que pasarían, que tendrían que pasar, que no podían menos de tomar su puesto en las infalibles series de la realidad.

Pero yo, bien porque la sangre juvenil no podía aplacarse fácilmente, bien porque no observé a tiempo la entrada de mi ama, seguí en medio del cuarto demostrando mi enajenación con frases como éstas, pronunciadas con el mayor desparpajo: ¡la mura a estribor!... ¡orza!... ¡la andanada de sotavento!... ¡fuego!... ¡bum, bum!... Ella se llegó a furiosa, y sin previo aviso me descargó en la popa la andanada de su mano derecha con tan buena puntería, que me hizo ver las estrellas.

Palabra del Dia

irrascible

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