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Actualizado: 1 de junio de 2025
Tenía puesto un traje de lanilla gris liso y muy ceñido; la respiración pausada y tranquila imprimía a su hermoso pecho un movimiento regular, y un rizo sedoso y negro, escapado de entre las horquillas, le ocultaba parte de la frente.
La condesa llevaba maternalmente entre sus brazos a un pequeño perrillo de pelo largo y sedoso, una verdadera miniatura de faldero blanco y rojo, que decía ser originario de Méjico y que era admirado y codiciado por todos sus conocedores. Mi muy querida dijo , me habéis dicho que estabais enamorada de Toby. Permitidme que os lo regale. La señora de Maurescamp exclamó: Pero, ¡es posible!
Peinaba graciosamente sus cabellos, y solía adornarse con alguna flor; de ordinario con entreabierto capullo de rosa, purpúreo o blanco, que hacía parecer más intensa la negrura de aquel pelo sedoso, negro como las alas del cuervo. Todas las noches, al despedirnos, le decía yo: Linilla: esa flor....
Toda esta alegría penetra dulcemente en el cerebro de Delaberge y le distrae de sus laboriosas meditaciones jurídicas. Después de un alto de pocos minutos en Clairvaux, marcha el tren por entre colinas cubiertas de bosque que dejan ver de vez en cuando las clarísimas aguas del Aube. El sol ha triunfado decididamente y el cielo todo es ya de un sedoso azul.
La aureola de su rubio cabello persistía aún; era más fino, más etéreo y sedoso, pero, a pesar de su abundancia, no ocultaba los huecos de las sienes cruzadas de azules venas. Clara dijo Juan en tono de reproche. ¡Te ruego me perdones, Juan! dijo, dejándose caer en una silla, pero asida aún de su mano, perdóname, amigo mío, pero ya no podía aguardar más; me hubiera muerto.
Al entrar en el salón la Regenta, De Pas interrumpió una frase pausada y elegante, porque no pudo menos, y se inclinó saludando sin gran confianza. Detrás de Ana apareció Mesía, que traía la mejilla izquierda algo encendida y se atusaba el rubio y sedoso bigote. Venía mirando al frente, como quien ve lo que va pensando y no lo que tiene delante.
Parió aquella bohemia de blanco y sedoso pelaje, y obligada a fijar domicilio para tranquilidad de su prole, escogió el patio del ogro, burlándose tal vez del terrible personaje. Había que oír al carretero. ¿Era su patio algún corral para que viniesen a emporcarlo con sus crías los animales de la vecindad?
De pronto, oyose en la escalera sedoso crujir de vestidos. Ramiro se irguió. Cubierta de un velo obscuro, una mujer acababa de aparecer sobre la torre; su mano, enguantada, abatió con gracia el embozo. La pálida tez de Beatriz resplandeció entonces con blancura de mármol, y sus lustrosos cabellos, ceñidos por un aro de oro, tomaron en la noche azulenco pavón de armadura sombría.
Palabra del Dia
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