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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Necesito una hora para preparar todo eso dijo el montañés. Muy bien contestó el capitán . Le concedemos a usted la hora. Pueden ustedes dar una vuelta si quieren. No, no. ¿Para qué? Tráigase usted una botella de manzanilla de Sanlúcar y unas aceitunas. Bebimos los dos, y, de pronto, me dijo don Ciriaco: Mira, pilotín; te he presentado a Hortensia y a don Matías, porque te pueden servir.
Á mi me gusta, me gusta entrarme por las tabernas. ¡Vengan cañas de Sanlúcar! Mas apenas había salido de sus labios la última palabra de la copla cuando oyó un grito extraño que llegaba del fondo de la tierra por un respiradero que la empresa de las minas había abierto en el prado. Por cierto que el tal boquete le había valido á su abuela más de trescientos reales.
El espada volvió a Sevilla al finalizar el verano. Aún le quedaban un buen número de corridas que torear en el otoño, pero quiso aprovechar un descanso de cerca de un mes. La familia del espada estaba en la playa de Sanlúcar por la salud de dos de los sobrinillos, cuyas escrófulas necesitaban la cura del mar.
Quemóse la trenza, pero en vano esperó días y semanas el retorno del marido, y ya desesperada, fué tanto su odio y la indignación que contra la hechicera estalló en su pecho que, decidida, salió de Sanlúcar y vínose á Sevilla, donde se presentó ante el tribunal de la Inquisición, denunciando á la bruja con todos sus pelos y señales, y haciéndose los siguientes cargos que constan en el traslado sacado de la relación del auto de fé celebrado el Domingo de Cuaresma última de Febrero del año de 1627, y que no dejan de ser chistosos.
9 El dichoso en Zaragoza, del Dr. D. Juan Pérez Montalbán. 10 Los bandos de Luca y Pisa, de Antonio de Acevedo. 11 La playa de Sanlúcar, de Bartolomé Cortés. 12 Origen de Nuestra Señora de las Angustias y rebelión de los moriscos, de Antonio Fajardo y Acevedo. 1 Juegos olímpicos, de D. Agustín de Salazar. 2 El mérito es la corona, del propio autor. 3 Elegir al enemigo, del propio autor.
Pensó el huésped que el haberle llamado castellano había sido por haberle parecido de los sanos de Castilla, aunque él era andaluz, y de los de la playa de Sanlúcar, no menos ladrón que Caco, ni menos maleante que estudiantado paje; y así, le respondió: -Según eso, las camas de vuestra merced serán duras peñas, y su dormir, siempre velar; y siendo así, bien se puede apear, con seguridad de hallar en esta choza ocasión y ocasiones para no dormir en todo un año, cuanto más en una noche.
Espero que usted me lo guardará con cuidado... Ya ve usted, hay cosas... Sabrá usted cómo he escrito a Isabel, poco antes de marcharme a Sanlúcar, haciéndole una declaración en regla y pidiéndole que me desengañase de una vez... Ya lo sé repuse brutalmente. Estupefacción de Villa. ¿Lo sabe usted?
Jerez os manifestará al través de una puerta del renacimiento sus ricas naves en ojiva, cuajadas de molduras desde el pavimento hasta la bóveda; Sanlucar, su castillo y los restos de un palacio donde murieron los últimos rayos del sol de la edad media.
Y era que mi último y entonces recientísimo viaje de recreo había tenido por teatro la provincia de Cádiz, y mis ojos estaban hechos á ver pueblos blanquísimos, relucientes, flamantes, nuevos, por decirlo, así, adornados de verdes balcones, de floridos patios expuestos al público, y de enjalbegadas horizontales azoteas al estilo de África: era que aun danzaban en mi imaginación aquellas ciudades muertas de risa, sin monumentos históricos ni humos artísticos, sencillas, graciosas y coquetas como jóvenes vestidas de veraniego percal, que se llaman Sanlúcar, los Puertos, San Fernando y Cádiz.
Necesitaba, pues, emprender la marcha inmediatamente para recorrer lo más pronto posible tan largo proyecto. Esperé dos días más para reponerme, y al fin, acompañado de un marinero que llevaba el mismo camino, me puse en marcha hacia Sanlúcar. En la mañana del 27 recuerdo que atravesamos el río, y luego seguimos nuestro viaje a pie sin abandonar la costa.
Palabra del Dia
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