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Actualizado: 13 de junio de 2025
Un groom monísimo, el que había visto Currita en el Teatro Real la noche del estreno de Dinorah, se hallaba a la puerta: preguntóle ella si las señoras estaban en casa y el chico contestó afirmativamente, haciendo entrar a las damas en un saloncito de la planta baja. Currita pensaba: De fijo que está de viaje y me encuentro cara a cara con la vieja...
Pierrepont de pie, inmóvil, mudo, asistía en la penumbra del palco a esta breve escena. Por fin, decidióse a ir al encuentro de la vizcondesa que permanecía en el saloncito; la interesante dama se había sentado en un diván y respiraba con dificultad cual si una mano de gigante le oprimiera el corazón.
Formábanlo, en su mayoría, las familias de la colonia veraniega del Escorial que Elena había tenido ocasión de tratar, pero también acudían otros elegantísimos miembros de la alta sociedad madrileña que no reparaban en sacrificar para ello algunas horas de su precioso tiempo. Aquel día rebosaba de distinción y de elegancia el gabinete y el saloncito contiguo de la bella esposa de Reynoso.
Al cruzarle en toda su extension se presenta una escalera, al fin de la cual se ofrece un saloncito de forma circular; á la derecha, la cámara de los lores, á la izquierda, la de los comunes. Las dos son pequeñas, pero magníficas: mucha semejanza con el coro de una iglesia católica: soberbias maderas, profusion de molduras y dorados, gusto sajon-gótico.
Su mujer le pedía una cosa, y después otra y después otra para su saloncito, para su cuarto de baño mientras engullía lindamente. ¡Elena, Elena! Que no vas a tener apetito a la hora de almorzar. Ya verás que sí. Déjame ser feliz. ¿Eres feliz de verdad? Muchísimo... No puedo serlo más. Y al decir esto extendió la mano a su esposo que la besó repetidas veces.
Cerró la puerta, pasó al saloncito que estaba antes de su dormitorio y, volviéndose hacia el barón y mirándole: Y bien, ¿qué es lo que hay? dijo. Lo que hay, es que mataré a tu amante mañana por la mañana, eso es lo que hay. Ella juntó sus manos haciéndolas chocar con estrépito, y continuó mirándole, con los labios entreabiertos como excitando.
Ordeno que la hagan pasar a un saloncito. «Díganla que tenga la bondad de esperarme un momento». Y en seguida llamo a mi doncella para que me ayude a ponerme un traje de circunstancias, un vestido negro, de cierta severidad, pues me parece que la entrevista va a ser grave. Mientras me visto procuro dominar el desasosiego que me ha invadido al leer la tarjeta. ¡Misia Melchora en mi casa!
¿Está Inés con su hermana? Inés no se ha levantado aún. Mejor dijo Paco . Necesito ver a Beatriz a solas añadió entre dientes. Antes de que acabara de murmurar esta frase, antes de que entrara en el saloncito de doña Beatriz, apareció ésta en la antesala, y asiendo cordial y apretadamente las manos de Paco entre las suyas, exclamó: ¿Qué es esto? ¿Y Braulio? ¿Dónde está? ¿Cómo no viene contigo?
El saloncito de doña Luz tenía todo el confort, toda la elegancia de un saloncito de una dama madrileña de las más comm'il faut, a par de ciertas singularidades poéticas del campo y de la aldea. Dos ventanas daban al huerto, donde se veían acacias, álamos negros, flores, árboles frutales, también en flor entonces, y brillante verdura.
¿Desde cuándo? ¡Desde el primer día, desde aquel encuentro en el mes de mayo, en el jardín del cura! Esa es la verdad. Pero Juan lucha y se rebela contra esta verdad. Cree que sólo ama a Bettina desde el día en que conversaban los dos alegre y amistosamente en el saloncito azul.
Palabra del Dia
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