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Actualizado: 13 de junio de 2025


Se encerró en su despacho, sacó legajos y papeles y estuvo trabajando largo rato. Llamaron a su puerta humildemente y una doméstica preguntó si el señor bajaba a cenar. Respondió que le subiesen a la habitación contigua caldo y algunos fiambres y siguió trabajando. Al cabo se alzó del sillón y pasó al saloncito contiguo donde ya le habían preparado la mesa.

A tampoco me contraría, señorita, se lo aseguro a usted. Este chispeante diálogo, que parecía hacer las delicias de la candorosa institutriz, en aquellos lugares presente, fue interrumpido por la súbita y bulliciosa irrupción de dos o tres jóvenes amigas que invadieron el saloncito de Mariana.

Le bastaba con la vanidad de haber fabricado un riquísimo estuche para albergue de su pereza. El príncipe la encontró en un saloncito del piso bajo. Verdaderamente, le recibía con absoluta confianza. Iba vestida con una túnica negra de su invención, mezcla de peplo y de kimono. Los brazos se escapaban desnudos de esta seda floja, que parecía vivir apretándose sobre su cuerpo.

Una hermosura nueva la revestía, maravillosamente, y bajo las sombras de sus pestañas brillaba la piedad. De pronto, con el gesto de una criatura a quien reprenden, se cubrió con los brazos la cara y salió, precipitadamente. Charito se sentó al lado de Muñoz, descorazonada. Un minuto después, en el penoso silencio, se oyeron gemidos ahogados que venían del saloncito contiguo.

Otra vez la contempló el clérigo con penetrante mirada, advirtiendo su agitación. Bueno... Lo que puedo hacer en su obsequio es avisar a Su Ilustrísima... No respondo de que la reciba a usted a estas horas... Puede usted pasar a esta sala y aguardar un momento. No tardaré en traerle la respuesta. Abrió la puerta del saloncito de recibo, hizo traer un quinqué y la dejó sola.

Comunicaba esta pieza por un lado con el tocador de la señora y éste con su dormitorio; por el otro con un saloncito donde solía recibir a sus amigos los martes por la tarde o jugar al tresillo de noche con los íntimos. En el boudoir sólo entraban algunas pocas amigas de confianza que iban a visitarla en horas no señaladas.

Dentro del saloncito había asimismo plantas y flores en vasos de porcelana. Una jaula grande encerraba multitud de pájaros que alegraban la estancia con sus trinos y gorjeos.

Lo primero que hizo el juez fue ordenar que se alejara a los indiscretos del cuarto mortuorio y de la sala, y cumplida esta orden, los gendarmes se colocaron en la puerta que comunicaba aquella sala con el otro saloncito, para impedir que la gente volviera.

¿Se ha mudado aquí hace pocos días una señora que se llama doña Rosa? preguntó a la portera. Segundo: hay entresuelo. Si grandes fueron las cavilaciones que mortificaron a don Luis desde que salió del saloncito de la Marquesa hasta llegar allí, aun crecieron mientras subió la humilde escalera de aquella vulgarísima casa.

Le acompañó hasta la puerta, rascándose la mota, y dejó paso franco: un saloncito, primero, con muebles pretenciosos, y en la pared un cuadro litográfico, con marco negro, representando a San Martín; en medio, una mesita y un tintero de bronce, con el busto de Belgrano.

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