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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Fusiles tenemos, porque todo campesino guarda el suyo encima de la puerta; pero, desgraciadamente, nos hacen falta pólvora y balas. La anciana labradora se había tranquilizado súbitamente, y mientras recogía sus cabellos debajo de la cofia miraba hacia adelante, como al azar, con aire pensativo. Sí añadió Catalina bruscamente , pólvora y balas hacen falta, es verdad; pero ya tendremos.
He crecido sabiendo con qué punzadas y retortijones avisa el estómago el dolor de su vacío... He sufrido privaciones y vergüenzas, hasta que un día... Calló un momento. Temblaba su voz, súbitamente enronquecida. Se llevó una mano a los ojos como si le molestase la luz. Un día, cuando fui hombre, una infeliz me escuchó: una compañera de miseria, ansiosa de ideal a su modo.
Hallolo en la huerta totalmente abstraído en la contemplación melancólica de un pie de berza en que las orugas se habían ensañado. Andrés no anduvo con rodeos. Se lo anunció de golpe y porrazo. Tío, mañana me voy. El pie de berza se sintió abandonado súbitamente. ¿Cómo... cómo... cómo? Que mañana me marcho. ¡Pero así, tan de repente! ¿Qué mosca te ha picado, chico?
Al cruzar el puente de San Martín, una tapada se le interpuso en el camino y con gracioso ademán abrió y cerró súbitamente su velo, enseñándole el rostro. Fue como un relámpago. Sin embargo, Ramiro reconoció al instante los ojos de Casilda, y en vez de detenerse, terciose la capa y enderezó a toda prisa hacia la otra ribera.
En el choque de estos dos ríos marinos, los infinitos seres que arrastra el Gulf Stream desde los mares tropicales morían súbitamente helados. Una lluvia de pequeños cadáveres descendía á través de las aguas. Los bacalaos se aglomeraban para nutrirse con este maná, y era tan espeso, que gran parte de él, librándose de las ávidas mandíbulas, iba á depositarse en el fondo como una nevada caliza.
Acabo de hacerte la mitad de mi confesión, querida madre y súbitamente la joven se ruborizó, aquí está la otra: amo a Juan. La señora Aubry levantó suavemente la cara de su hija, apoyada siempre en su pecho, y mirándola, con tono grave le dijo: ¿Amas a Juan? ¿Estás bien segura? No vayas a equivocarte esta vez. ¡Sufriría tanto ése!...
Tres días tuve que estar en constante espionaje; el primero, oculto detrás de mis cortinas, porque temía asustarla dejándome ver súbitamente; al otro día ya la contemplé pegado a los cristales, pero aun no me atreví a abrir mi ventana; al tercero ya la abrí, y observé gozoso que no la espantaba mi osadía. Aquella misma tarde la vi echarse sobre los hombros un chal, y abrocharse las botas.
De pronto un rayo de luz atravesó el cerebro de Francisco. Seguramente no al Príncipe tan sólo deseaba Miguelina hacer ignorar sus faltas de la juventud... Súbitamente surgió la simpática figura de Simón ante los ojos del inspector general. Sin duda, la señora Princetot deseaba que su hijo ignorase su culpable conducta de otros tiempos, y por él se alarmaba principalmente.
Eso es lo que tenéis que hacer, maese Marner, si queréis cumplir con vuestro deber para con esta huerfanita. El pálido rostro de Marner se sonrojó súbitamente bajo la influencia de aquella nueva ansiedad. Su espíritu estaba harto preocupado, tratando de darle una explicación definida a las palabras de Dolly, para que pensara en contestarle.
Dios... están vivos. Este grito se extinguió en su boca, que permaneció sonriente: cerró los ojos como si durmiese: súbitamente un aire de inmortal juventud, se extendió sobre su fisonomía, que se puso desconocida. Tal muerte coronando tal vida, contiene en sí enseñanzas de las que he querido llenar mi alma. Supliqué que se me dejara solo con el sacerdote en aquel cuarto.
Palabra del Dia
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