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Actualizado: 7 de junio de 2025
Y lo empujó en su salida, á pesar de que Ulises le dejaba franco el paso, repitiendo sus excusas, haciendo recaer toda la responsabilidad en la torpeza del sirviente. Se detuvo ella ante el emparrado, súbitamente tranquilizada al verse en pleno aire. Buscó la mesa más lejana y fué á sentarse de espaldas al cuarto. ¡Qué antro!... dijo . Venga aquí, Ferragut.
Los mismos que poco antes parecían indignados en nombre de la civilización y la dulzura de las costumbres, lamentando la muerte del belga, torcían ahora el gesto cual si fuesen víctimas de una broma de mal gusto. «¡Farsantes!... ¡Alarmar a personas respetables con un desafío de morondanga!...» Sobre las ruinas de los dos adversarios, súbitamente caídos de la gloria, iba elevándose un nuevo héroe.
El general Prim había sido asesinado, y su amigo íntimo, su portaestandarte, el marqués de Sabadell, indicado ya para la cartera de Fomento, desaparecía súbitamente de la corte, a la misma hora en que corría la falsa nueva de que las heridas del general no eran de muerte y se habían escapado de sus labios terribles revelaciones.
En aquel momento la palidez de Clara aumentó súbitamente, porque creyó que sentía abrir la puerta de la escalera; pero Claudio la tranquilizó diciéndole que se equivocaba. No temas nada dijo prestando atención; nadie puede venir. ¿Pero á qué está usted aquí más tiempo? dijo ella, repuesta del susto. ¿No le he dicho ya lo que quería saber? Sí, y me voy. Ahora sí, me voy; pero es para volver.
Á las tres, mirando por la ventana hacia el camino, como si esperase ver á su mujer aparecer súbitamente y correr á él con los brazos abiertos, lanzó un grito: ¡Ahí está Federico! Seguramente tiene noticias, puesto que vuelve. Mauricio había bajado ya la escalera. Cogió al criado por el brazo, preguntándole, aturdiéndole y, sobre todo, impidiéndole hablar.
Pues déjate que venga la otra... también aquella es de la piel de Cristo... ¿Quién? La amiguita, la que protege a mi niña... Fortunata vio delante de sí, súbitamente, una oscura niebla que se le iba encima... El corazón le dio un salto... «Jacinta dijo ; pues qué, ¿también viene aquí esa?». Ayer estuvo... Ella misma traía mi niña.
En efecto; una nueva columna, mucho más fuerte que la primera, salía de Framont a paso de carga y subía hacia los parapetos. Divès no decía una palabra; Hullin, reprimiendo su indignación, se tranquilizó súbitamente ante la gravedad del peligro.
El agua, blanquecina ó lechosa por las innumerables moléculas de roca triturada que lleva en suspensión, no es más que el mismo ventisquero, que ha pasado súbitamente al estado líquido.
La bruma matinal de Misiones acababa de disiparse del todo, y bajo el cielo súbitamente puro, el paisaje brillaba de esplendorosa claridad. Desde la loma, cuya cumbre ocupaban en ese momento los dos caballos, el camino de tierra colorada cortaba el pasto delante de ellos con precisión admirable, descendía al valle blanco de espartillo helado, para tornar a subir hasta el monte lejano.
La Nela tiró suavemente de la mano de Florentina y soltola después, cayendo al suelo como un cuerpo que pierde súbitamente la vida. Inclinose sobre ella la señorita, y con cariñosa voz le dijo: ¿Qué tienes?... ¿Por qué me miras así?
Palabra del Dia
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