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Actualizado: 7 de junio de 2025


Tuve apenas tiempo de asomar el cuerpo, cuando sentí que algo firme y tibio me rozaba el muslo; el perro rabioso se entraba en nuestro cuarto. Le eché violentamente atrás la cabeza con un golpe de rodilla, y súbitamente me lanzó un mordisco, que falló en un claro golpe de dientes. Pero un instante después sentí un dolor agudo. Ni mi mujer ni mi madre se dieron cuenta de que me había mordido.

Logró, sin embargo, levantarse de nuevo y tomar pie sobre la escarpa; pero súbitamente lo vimos deslizarse otra vez despedazando las malezas que se oponían á su pasaje, volviendo á comenzar en el agua, con una desesperación evidente, su desordenada pantomima. Era imposible contenerse. Creo que jamás la señorita Margarita había asistido á una fiesta semejante.

Tenía un modo muy particular de distraerse súbitamente de la conversación, para quedarse mirando en el vacío; pero no con la expresión ambigua de todo el mundo, porque bajando la cabeza, sin bajar la mirada, el negro de las anchas pupilas se confundía con el negro de las pestañas, y entonces aquella mirada fija adquiría una profundidad llena indefiniblemente de tristeza.

No les duró mucho el regocijo, porque oyeron el reloj de la Puerta del Sol dando las diez, y ambas mudaron súbitamente la expresión de su rostro. «Las diez, ya veremos si viene dijo Guillermina, que aún conservaba resplandores de alegría en su cara . Prometió venir; pero esa palabra no debe de ser tan de fiar como la de Manolo».

El general, lleno de ira, dio un paso hacia ella y se oyó al mismo tiempo un gemido sordo: era que Enrique, sintiéndose peor de su herida, se desmayaba, y hubiera caído sobre el pavimento si no lo hubiese yo sostenido en mis brazos. La cólera del general, cambiando súbitamente de dirección, descargó sobre su sobrino.

21 Y aconteció que queriendo unos sepultar un hombre, súbitamente vieron al ejército, y arrojaron al hombre en el sepulcro de Eliseo; y el muerto tocó los huesos de Eliseo, y revivió, y se levantó sobre sus pies. 22 Así que Hazael, rey de Siria, afligió a Israel todo el tiempo de Joacaz.

Hablábanse en voz baja, estrechadas sus manos y mirándose en los ojos, cuando el señor de Sontis sorprendió en la mirada de Juana una llama, que ciertamente no le estaba designada; volviose inmediatamente hacia el lado del bosque, siguiendo la dirección de la mirada de la joven, y vio, algo oculto entre los árboles, hacia la extremidad del camino, a un hombre que parecía indeciso en continuar o no; aquel hombre dio súbitamente vuelta a la espalda, y tomó otro camino, desapareciendo entre el ramaje.

Cuando doña Lupe llamó a la puerta, su sobrino le abrió, y pasmose ella de que estuviera en pie todavía. «¡Qué despabilado está el tiempodijo la señora con cierto retintín, que hizo estremecer al joven, limpiando súbitamente su espíritu de toda idea de independencia, como se limpia de sombras un farol cuando aparece dentro de él la llama del gas.

La hermana Lucidia jamás había oído hablar así, ni casi de ninguna otra manera, al taciturno Belarmino. Piensa que, súbitamente, se ha vuelto loco. El señor Colignon eleva los brazos al cielo, en actitud de triunfo y acción de gracias. A la fin, a la fin exclama , ella se deslía la dulce y deliciosa lengua de otras veces. Habla, habla, mi bien amado amigo.

3 Y procediendo, aconteció que llegando cerca de Damasco, súbitamente le cercó un resplandor de luz del cielo; 4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él Señor dijo: YO SOY Jesus el Nazareno a quien persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.

Palabra del Dia

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