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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Los cuatro años de vida placentera le habían hecho olvidarse de entrar en mismo, recordar su historia, meditar sobre lo presente y lo porvenir. Al tropezar con aquellos restos de su familia despertaron súbitamente en su alma mil recuerdos dolorosos y alegres de la infancia, presentimientos y dudas que le tuvieron por algún tiempo melancólico.

Comenzó por abrir la carta con la punta de los dedos; me miró sonriendo, leyó unas cuantas líneas, volvió a sonreír, y por último, aumentando su jovialidad, prorrumpió en una franca carcajada que a me dejó desconcertada. Con todo, como acabó de leer la carta de cabo a rabo, ya iba yo recobrando una ligera esperanza, cuando súbitamente vi que la rasgaba.

¿Grande el perro, papá? No, chico. Pasó un momento. ¡Pobre Yaguaí! prosiguió Julia. ¡Cómo estará! Súbitamente Cooper recordó la impresión sufrida al oir aullar al perro: algo de su Yaguaí había allí... Pero pensando también en cuán remota era esa probabilidad, se durmió.

Atravesé furtivamente, como un criminal, las galerías vacías y sonoras, guiándome lo mejor que pude en las tinieblas; llegué al fin al salón, donde la había visto por primera vez. Ella y su madre lo habían dejado, hacía apenas una hora; su presencia reciente se manifestaba aún por un perfume dulce y tibio, que me embriagó súbitamente.

Súbitamente tranquilizada, la bestia se irguió. Era un hombre, un viejo. Otras larvas humanas fueron surgiendo al conjuro de sus gritos, pobres seres que habían renunciado á la verticalidad, que denuncia desde lejos, y envidiaban á los organismos inferiores su deslizamiento por el polvo, su prontitud para escurrirse en las entrañas de la tierra.

En estas personas es en las que el café, aun antes que ignacia, es eficaz para curar las afecciones muy dolorosas y espasmódicas, y un poderoso recurso para devolver al cerebro la accion súbitamente deprimida por un acceso de alegría y una fuerte emocion de placer.

Mirando al muelle cada vez más lejano, con sus personas súbitamente empequeñecidas, fijáronse en un hombre que agitaba el sombrero y abría los brazos haciendo locos movimientos de despedida. ¡Pero si está allí!... ¡Si es el belga, que nos dice adiós!... La noticia hizo correr al pasaje en masa a un lado del vapor. ; era él: todos lo reconocían.

Pero después, súbitamente acobardada, ya no quiso ir. Sólo sabía llorar, y se opuso a que el muchacho cumpliera su propósito de escaparse por las bardas del corral. Habían oído el auquido junto a la alquería, mucho después de los disparos; y al hablar de este grito, sonreía el muchacho con aire malicioso.

Llevaréis esta otra al duque de Lerma dijo el padre Aliaga devolviendo á Montiño la carta que la noche antes había escrito la madre Misericordia para su tío, bajo la presión del temor causado en ella por el Santo Oficio. El cocinero se levantó súbitamente, porque le tardaba en verse en libertad. Esperad, esperad todavía. Montiño volvió á sentarse con pena.

Dejando para los que escriban la historia del arte escénico el seguir paso á paso la carrera artística de la Rosa Pérez, á quien sus contemporáneos elogiaron mucho, diré sólo que esta carrera tuvo súbitamente fin, término y acabamiento, cuando no lo esperaban, ciertamente, los finos apasionados de la actriz, ni el público, que tantas y tantas veces le había aplaudido al verla en escena interpretar los más diversos papeles.

Palabra del Dia

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