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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Al mismo tiempo empieza á ver rostros irreales, rostros que desaparecieron de la tierra hace muchos años: el cosaco venido de una remota guarnición de Siberia para vengar á su hermana; un amigo del mismo regimiento del príncipe, que murió de una estocada en el pecho después de una cena tumultuosa, mientras lloraba Lubimoff, súbitamente despertado de su homicida embriaguez; otros á los que asistió como simple testigo, pero que murieron y resucitan ahora en su memoria, fría é insensible al remordimiento y á la lamentación.
Aquel gitano del que todos se burlaban, mostrábase súbitamente agrandado por el dolor, y Salvatierra sentía la necesidad de entregarle su pensamiento, como si fuese un hermano. El rebelde también había sufrido. El dolor le hacía cobarde; pero no se arrepentía, ya que en la debilidad encontraba la dulzura del consuelo.
Muchas veces, mientras continúan muy tranquilos bajando á la llanura, un ruido como el del trueno, un estruendo que repercute largamente de roca en roca, les hace volverse súbitamente; acaba de verificarse el derrumbamiento de la nieve y de llenar todo el ancho del desfiladero que acaban de recorrer.
Sentí disminuirse mis fuerzas al hacerme retroceder unos pocos pasos más, dándonos el abrazo de muerte. En las tinieblas sentime asido por uno de mis compañeros y salvado, pero en ese mismo momento había recurrido a una vieja treta escolar, y girando súbitamente, de modo que mi adversario viniera a quedar en mi lugar, lo empujé hacia atrás, soltándome, al mismo tiempo, de sus garras.
Lanzó un poderoso suspiro como si el contacto de aquella vida extraordinaria le hubiera llenado súbitamente de aspiraciones desmesuradas y me dijo, sin contestarme: ¿Y tú? Luego, sin esperar mi contestación, continuó: ¡Ah, caramba! Tú miras atrás; no estás en París más que estaba yo en Ormessón. Tu suerte es añorar siempre y no desear nunca. Sería cosa de adoptar tu sistema.
En vista de ello, acepté, dándole las gracias, y observé que el joven, antes de retirarse, dirigió una última mirada al salón, y apoyándose un instante contra el palco inmediato, pareció buscar a alguien con la vista; luego, cayendo, súbitamente, en una profunda meditación, ya no pensó en marcharse.
Así las cosas, acababan de cumplir, Magdalena veinte años y Amaury veintidós cuando cambió súbitamente el humor del doctor Avrigny que comenzó a mostrarse grave y severo desde entonces.
Cuando chocan en el vértice dos corrientes de aire, ardiente una y fría otra, la nube súbitamente formada se endereza y se arremolina en el cielo: la montaña es un volcán, y el vapor se escapa incesantemente de ella con una especie de furor para ir á replegarse en la lontananza celeste, formando inmensa curva.
Estas apenas me intimidaban; pero al entrar en la clase de las mayores sentíme súbitamente desorientado, como si penetrara en un país desconocido, habitado por seres inquietantes; había allí, en esta clase, un extraño perfume, formado por mil perfumes; un aroma que se me subía a la cabeza.
Palabra del Dia
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