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Actualizado: 1 de mayo de 2025
D. Pedro Cerviño, Teniente Coronel urbano; el Sr. Licenciado D. Vicente Lopez; el Sr. Licenciado D. Bernardo Nogué, profesor en cirugía; el Sr. D. Francisco Xavier Macela, Alcalde del barrio número 1, cuartel segundo; el Sr. D. Manuel Ruiz Obregon, idem del número 10, cuartel tercero; el Sr. D. Francisco Dozal, del vecindario y comercio; el Sr.
«Vaya, que está usted elegante» dijo Maxi, poniéndose a pesar unas dosis para píldoras. Pues más he de estarlo mañana. Mañana se casa mi hermanita con Federico Ruiz, un chico de mucho talento. ¿Le conoce usted? Los periódicos, que hablan constantemente de él, anteponen siempre a su nombre algún mote muy salado.
RUIZ. El mismo. ¡Ah! ¿Eres tú? ¿Ha llegado la gente? SOLDADO. Ya está cerca del muro, la puerta está guardada. RUIZ. ¿Cómo! ¡Alguno nos ha vendido tal vez? SOLDADO. El Rey ha salido esta noche de la ciudad. RUIZ. Algo ha sabido. SOLDADO. Sin duda. ¿Con cuántos hombres podemos contar dentro de la ciudad? RUIZ. Apenas llegan a ciento.
A Ruiz también le daba por el patriotismo y por los héroes; pero inclinándose a lo terrestre y empleando un cierto tono de fiereza. Allí sacó a Tetuán y a Zaragoza poniendo al extranjero como chupa de dómine, diciendo, en fin, que nuestro porvenir está en África, y que el Estrecho es un arroyo español.
De sus padres sólo pude sacar en limpio, en las diferentes veces que le pedí noticias sobre ellos, que habían sido el entronque de la casa «única» de los Ruiz de Bejos, de Tablanca, con la de los Gómez de Pomar, la más ilustre de las de Promisiones.
Súpose todo ello muy pronto, y lo de las deudas perdonadas por el testador... y todo lo principal del testamento, porque esas cosas siempre se saben, por un poco que se cuenta y se declara, y otro tanto que se colige o se trasluce; elevóse por la candidez aldeana hasta las nubes el caudal en fincas y sonante heredado por mí; y con eso y la idea que se tenía de mis riquezas particulares, creyéronme un portento de gran señor, tan pudiente como un rey; lo que no contribuyó poco, en mi concepto, a afirmar y engrandecer aquel respeto que ya me habían consagrado como a mero sobrino de mi tío y continuador de la dinastía y de la obra de los Ruiz de Bejos en la casona de Tablanca.
Verá uté, a mí me dedicó unos que tengo arriba guardados... Principiaban... Hojas del árbol caídas juguete del viento son... Las ilusiones perdidas hojas son ¡ay! desprendidas del árbol del corazón concluí yo. ¡Toma! ¿También usted los sabe? Sí, señorita; son de Espronceda. No, hijo mío, que no son de ese caballero, que son de Pepe Ruiz; yo misma se los he visto escribir replicó con energía.
Sin tiempo para ponerse á salvo, cayó Julianillo también en las garras del Santo Oficio, y después de doce meses de prisión, el 22 de Diciembre de 1560 salió con el auto de fe, siendo quemado vivo en unión de 34 protestantes más, entre los que se hallaban doña Ana de Rivera, doña Francisca Ruíz, doña Francisca de Chaves, monja de Santa Isabel; María Gómez, Leonor Núñez, sus tres hijas Elvira, Teresa y Lucía; doña Catalina Sarmiento, doña María y doña Luisa Manuel, y fray Diego López, fray Barnardino Valdés, fray Domingo Churruca, fray Gaspar de Porres y fray Bernardo de San Jerónimo, de alguno de los cuales haré más adelante especial mención.
El mismo Samaniego fue quien discurrió celebrar con panderetazos y villancicos el fausto suceso, y Estupiñá propuso que fueran todos los agraciados a la cocina para hacer ruido con las cacerolas. Mas Barbarita prohibió todo lo que fuera barullo, y viendo entrar a Federico Ruiz, a Eulalia Muñoz y a uno de los Chicos, Ricardo Santa Cruz mandó destapar media docena de botellas de champagne.
Su sobrino D. Fernando Ruiz de Aguayo dotó en ella dos sacristías y seis capellanías muy cuantiosas, y tambien fué sepultado allí.
Palabra del Dia
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