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Actualizado: 1 de mayo de 2025
JUAN GIRAUDOUX. La escuela de los indiferentes. Traducida del francés por Tomás Borrás. Simón el Patético. Traducida por Manuel Azaña. Lecturas para una sombra. Traducida por N. González Ruiz. FRANCIS JAMMES. Rosario al sol. Traducida del francés por Magda Donato. ANNIE VIVANTI. Los devoradores. Traducida del italiano por Cristóbal de Castro. ESCIPION SIGHELE. Eva moderna.
D. Estevan Romero, se dijo: Que reproduce el voto del Exmo. Sr. D. Pascual Ruiz Huidobro. Por el Sr.
Entre col y col, Ruiz pasaba un rato con sus amigos los espiritistas, y les alentaba a organizarse, a establecerse, a alquilar un local, y sobre todo a fundar un órgano en la prensa. Nada adelantarían sin órgano.
Era como una red que la envolvía, y como pensara escabullirse por algún lado, se encontraba otra vez cogida. «No; habrán heredado la casa los señores de Ruiz Ochoa, o la mujer de Zalamero... Y después de todo, ¿a mí qué me importa que herede la finca Juan o Pedro? Yo no la he de heredar».
Lo que se repartía cuando fuimos era un sol magnífico capaz de derretir las piedras. ¿De manera que usted cree que yo no debo ir á la Segada? Paco Ruiz dijo estas palabras con gravedad cómica. D.ª Feliciana y Carmen rieron. ¡Siempre ha de ser usted el mismo! repuso D. Marcelino un poco amoscado levantando la tabla del mostrador para entrar.
Mucho rato después, cuando volvió Gallardo a su pieza, resignado a no sufrir necesidades dentro de su traje de lidia, encontró a un nuevo visitante. Era el doctor Ruiz, médico popular, que llevaba treinta años firmando los partes facultativos de todas las cogidas y curando a cuantos toreros caían heridos en la plaza de Madrid.
¡Dotor... dotor! gimió el banderillero, suplicando por saber la verdad. Y el doctor Ruiz, tras largo silencio, volvió a mover la cabeza. ¡Se acabó, Sebastián!... Puedes buscarte otro matador.
Este Rey trata de casar á su hermana Estefanía con uno de sus vasallos. Los pretendientes á su mano son el conde Vela y Don Fernán Ruiz de Castro. La Princesa se decide por el último, y deja que el Conde se abrase en un amor sin esperanza. Fernán Ruiz, poco después de sus bodas, se ve obligado á acompañar al Rey en una expedición contra los moros.
RUIZ. Señor, ya el Conde marchando con la gente de su bando se dirige a Castellar. Todo lo lleva a cuchillo y por los montes avanza, sin duda con la esperanza de poner cerco al castillo. MANRIQUE. No osarán, que son traidores, y es cobarde la traición. RUIZ. Estas las noticias son que traen nuestros corredores.
Los creyentes, para acabar la eterna disputa, habían apelado al «juicio de Dios». El rey nombró el campeón de Roma, y los toledanos confiaron la defensa del rito gótico a la espada de Juan Ruiz, un castellano de orillas del Pisuerga.
Palabra del Dia
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