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Sólo que éramos nobles, hace mucho, y que salimos de Raíces. ¡Oh! ¡Si yo conservase el libro aquel de blasones de que tanto me hablaba mi madre, y que mi padre, al parecer, despreciaba!... Como soy tan aprensivo... se me figura sentir cierta simpatía por estos parajes.... Esta calma, este silencio, esta verdura, esta pobreza resignada y tolerable... hasta la música del mar, que ruge detrás de esos montes de arena... todo esto me parece algo mío, semejante a mi corazón, a mi pensamiento, y semejante al carácter de mi padre.

Tanto andar aquella mañana, y sin resultado, abatió su ánimo; además, no había probado bocado y sentía un amargor en la boca y un desfallecimiento en el estómago... ¡Pero buenos eran los momentos para pensar en cuestiones de bucólica! aunque de bucólica se trataba, la más grave y pavorosa de las cuestiones... La Bolsa presentaba un aspecto imponente; un rumor inmenso llenaba el vasto local, como huracán que ruge en la selva, y la atmósfera parecía cargada de tanta electricidad, que era inminente el incendio, si estallaba la chispa.

¿Qué hay? dijo Núñez. ¿Te has convencido ya de que esto no puede retardarse? Mañana será tarde. He tenido ocasión de ver cómo están los ánimos perfectamente preparados para nuestro objeto. Los ministros, los diputados de la fracción sensata, son detestados: la tempestad ruge sobre sus cabezas. Hay que hacerla estallar. Salvamos la libertad, ¿ ó no? La salvamos dijo el Doctrino.

Y á su voz amorosa Enamorado palpitas, Tu cabellera lujosa En el seno precipitas De la recia tempestad; Y te envuelve con su manto Que el relámpago colora, Tu frente que el rayo dora Te la riega con el llanto De la mústia soledad. Y celosa de la tierra Que te nutre con su seno, Ruge como ronco trueno, Tus raices desentierra Con delirante furor.

Sordo fragor en sus entrañas ruge Al despeñarse el agua del torrente, Cual si arrastrase en rápida corriente De un mundo el esqueleto colosal. Y allá en su cima los eternos hielos Brillan como el almete de un guerrero, Cuando cubierto de fulmineo acero Se atrevido su creston ondear.

¿Que no quiero yo á mis hijos!...; ¿que no los quiero! ruge la de la buhardilla, puesta en jarras y echando llamas por los ojos. ¿Quién será capaz de hacerlo bueno? Yo replica con mucha calma la vieja; yo que los he recogido muchas veces en mi casa, porque los dejas desnudos y abandonaos en la calle cuando te vas á hacer de las tuyas de taberna en taberna ... ¡borrachona!

Rápido y alegre como joven que entra en la vida, ruge y salta desordenadamente; ya le llegará la calma y hará más lenta su corriente al llegar á la llanura horizontal y monótona; en el momento se resbala con alegría por la pendiente precipitándose hacia el mar. Es que se encuentra todavía en el período heroico de su existencia.

Ese sol que nos alumbra, ese mar que ruge a nuestros pies, esos mundos que pueblan el espacio son otras tantas representaciones de nuestro pensamiento. Sólo sabemos de ellos que hay un ojo que los ve. El centro de gravedad de la existencia recae en el sujeto y es un fenómeno de su cerebro.

Y también Versos sencillos, en el que cada estrofa, responde a un estado de espíritu, y en el que como él decía: «a veces ruge el mar, y revienta la ola, en la noche negra, contra la roca del castillo ensangrentado; y a veces susurra la abeja, merodeando entre las flores».

Y cuando algún malhumorado ruge contra la lejana República, dando a entender que las cosas son en ella muy distintas de como las imagina el optimismo, el grande hombre salta indignado en defensa de un país cuyo nombre mencionan siempre con veneración su mujer y sus hijos.