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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Y de pronto, estábamos en uno de esos párrafos en que él me rogaba encarecidamente que cuidara a Marta, que velara sobre ella, ésta se sintió abrumada bajo el peso de su felicidad, y, me ruborizo al decirlo, se dejó caer delante de mí y apoyó sus labios en mi mano.
Era absurdo ganar de tal modo jugando tan mal. Debe tener oculto en sus faldas el rosario del conde dijo Atilio con gravedad. Quedó Lewis perplejo, como si tomase en serio estas palabras. Después se ruborizó, con una corrección británica, al acordarse de los extraños adornos del rosario de su amigo.
Iba a seguir, pero advirtiendo de pronto que Charito y Muñoz tenían los ojos fijos en ella, escuchándola, se ruborizó como una criatura; y echándose a reír, volvió a recatarse bajo su amable expresión habitual. Ya les estaba dando toda una conferencia sobre el amor, pero fue por Adriana, por disculparla y por disculparme yo también. Y Julio parece un simple amigo.
Novoa se ruborizó, aceptando luego con un cómico ademán de confusión las palabras del príncipe. Sí; algo había de eso, y el amor le proporcionaba disgustos, lo mismo que el juego. Lubimoff vió de pronto en sus ojos una expresión igual á la de Spadoni. También éste sabía lo ocurrido, y al hablar del amor recordaba inmediatamente aquel duelo absurdo.
Recientemente el prelado doméstico había hecho un viaje a Roma, y trajo para su amigo nada menos que un título de hijo predilecto de la Iglesia. Godofredo estaba loco de alegría. Decía que no cambiaría aquella distinción por la cartera de ministro. D.ª Carolina lloró de gozo y le abrazó con efusión al saber la noticia. Presentación se ruborizó de placer.
Ya estás oyendo que el señor Conde tiene prisa dijo la señora Bonnivet a su sobrina, disponiéndose a desnudarla de la bata. Judit se ruborizó y le hizo seña de que se encontraba allí Arturo. ¿Qué importa? ¿Por ventura tenemos que guardar etiqueta con el señor Conde? Y sin dar tiempo que la joven pudiera oponerse, su tía le desabrochó el corsé.
Doña Clara buscó agua, y no encontrándola, sacó de su seno un pomito de agua de olor y la esparció sobre el rostro de la duquesa. Al poco tiempo, como el desvanecimiento había sido ligero, doña Juana volvió en sí. Vió á los jóvenes y se ruborizó. Ellos conocían su secreto. La duquesa se había visto obligada á llamarlos. Su honor exigía una explicación, una revelación.
Al decir esto se ruborizó fuertemente debajo del embozo, y desprendiendo bruscamente su mano, siguió a su mamá que entraba en el carruaje. Pepa Frías había dicho a su hija: Mira, chica, cuando nos vayamos, deseo que Emilio me acompañe. Estoy nerviosa y no podría dormir si no le ajustase antes las cuentas. No quiero más escándalos, ¿sabes? Le voy a dirigir el ultimatum.
Acabo de hacerte la mitad de mi confesión, querida madre y súbitamente la joven se ruborizó, aquí está la otra: amo a Juan. La señora Aubry levantó suavemente la cara de su hija, apoyada siempre en su pecho, y mirándola, con tono grave le dijo: ¿Amas a Juan? ¿Estás bien segura? No vayas a equivocarte esta vez. ¡Sufriría tanto ése!...
Marta se ruborizó hasta la raíz de los cabellos, pero yo le tomé la mano a hurtadillas por debajo de la mesa, diciéndome: ¡Ya sabemos lo que nos hace tan felices! Al día siguiente por la mañana, cuando tomábamos nuestro café, papá entró con una carta abierta en la mano. Una ave forastera viene a albergarse en nuestro nido dijo riéndose. ¡Adivinen cómo se llama!
Palabra del Dia
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