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Actualizado: 26 de mayo de 2025


¡Aquí! ¡aquí! ¡a trabajar todo el mundo! gritaba Visita chupándose los dedos llenos de almíbar. ¿Pero qué es esto, señoras? ¿No estaban ustedes en casa de Visita preparando la merienda? Visita se ruborizó levemente. Se celebró a carcajadas el chasco que se llevaría el pobre Joaquinito Orgaz, que había ido a caza de Obdulia.... Obdulia lo explicó todo.

Ricardo contempló un instante la operación en silencio; pero no tardó en exclamar con señales de asombro: ¡Qué atrocidad! ¡Qué atrocidad! Las criadas volvieron la cabeza. Marta también alzó la suya. Pues, ¿qué pasa? Pero, niña, ¿dónde te has comprado esos brazos tan rollizos? La niña se ruborizó, y entre risueña y molesta llevó la mano a las mangas del vestido bajándolas un poquito.

No se ruborizó porque el joven la encontrase en aquel arreo ni en tan baja ocupación, ni exclamó como otras muchas harían en su caso: ¡Jesús, de qué forma me encuentra usted! llevando las manos al pelo o a la garganta. Nada de eso. Suspendió un momento su tarea, sonrió con dulzura y aguardó a que el joven hablase. Buenas tardes dijo, poniéndose colorado. Buenas tardes, Gonzalo respondió ella.

No tardó, sin embargo, haciendo un esfuerzo poderoso de ingenio como el anterior, en hallar el camino de la selva donde le aguardaba su simpática vecina. El café que sirven los domingos es peor que el de los demás días. Y se ruborizó al expresar esta juiciosa opinión, lo mismo que si hubiera dicho postrado de hinojos: ¡Te adoro, ángel mío!

María Teresa se estremeció como sorprendida en falta, pero reponiéndose: ¡Hola! ¿eres , Diana? respondió sin moverse de su observatorio. Entras como rayo de sol, sin hacer ruido... ¿Y qué ves venir? ¡Nada! Espías simplemente la llegada del que esperas. María Teresa, un poco abochornada, se ruborizó.

Yo no había leído el tal libro; pero supuse que sería un libro de devoción como otros tantos. ¿Y qué más? añadí. La Biblia. ¡Habrás leído, pues, el Cantar de los cantares! Amparo me miró profundamente y se ruborizó, lo que demostraba que había leído aquel libro, que tenía talento y que había comprendido la intención de mi pregunta.

La reitana se puso encendida como una cereza. Andrés también se ruborizó y no supo qué contestar. Vaya, estoy viendo continuó el paisano que voy a tener que armar garduñas alrededor de casa para los señoritos que me quieren comer las uvas. ¡Padre! exclamó la muchacha sofocada. Andrés sonreía estúpidamente.

Me vi mal para responderla en el tono que pedía la situación; porque la referencia a lo de ir yo tan compuesto, me ruborizó un poquillo como si me hubiera descubierto una flaqueza indigna de un hombre corrido por el mundo. Esto del ropaje lo expliqué con la razón del luto que estaba obligado a llevar y no me permitía salir de casa con los holgados y alegres vestidos de costumbre.

Pues luego va a verse, señor marino, si hay aquí o no hay valor para cortar por donde se ha señalado. Mientras tanto, le prohíbo a usted aventurar juicios sobre el particular. Leto casi se ruborizó por falta de una sutileza galante con que responder a la reprimenda sabrosísima de Nieves.

Doña Manuela, al ver a su antiguo dependiente, se ruborizó, como si éste pudiese adivinar los pensamientos que la habían agitado poco antes. El señor Cuadros mostrábase gozoso y radiante, como si le alegrase la noticia que en el patio le había dado Nelet. ¿Conque había muerto el caballo? Vamos, ahora se explicaba por qué iban aquella tarde a pie por la Alameda.

Palabra del Dia

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