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Actualizado: 1 de mayo de 2025
La sublevación moral de la joven era tan visible, que Clementina se creyó obligada á algunas explicaciones. No esperaba encontrar tal energía en aquella delicada rubia que había obedecido tan perfectamente desde que dependía de ella. ¿Pero qué importaba la resistencia á la fogosa Clementina? Á los que la resistían, los aniquilaba. Roussel y Mauricio sabían algo de esto.
No causamos emoción de ninguna clase. Pepita se acercó a una joven rubia también y parecida a ella, que hablaba animadamente con otras, y la llamó varias veces antes que respondiese: Ramoncita... Ramoncita. Volvió al fin la cabeza y me miró con ojos distraídos. Te presento al señor Sanjurjo, un amigo de Villa...
Si lo vuelven á repetir, los corro á rebencazos... ¡Insultar así á un grande hombre! Esta descendencia rubia la toleraba, pero sin permitirle ninguna intimidad. Desnoyers y su esposa tomaban la defensa de sus sobrinos, tachándole de injusto. Y para desahogar los comentarios de su antipatía buscaba á Celedonio, el mejor de los oyentes, pues contestaba á todo: «Sí, patrón.» «Así será, patrón.»
Aquel hombre le conocía indudablemente; él también conocía aquella cara. ¿Quién era?... De pronto, con su imaginación vió el mar, vió un gran buque, una mujer alta y rubia que le miraba con los ojos entornados, un hombre fornido y bigotudo que hacía discursos imitando el estilo de su emperador. «Descansa en paz, capitán Erckmann.» Así habían venido á terminar, en un rincón de Francia, las discusiones entabladas en medio del Océano.
Era aquella «señorona» la que de acuerdo con Manos Duras había organizado una venganza terrible; una venganza semejante á otras que ellos habían oído contar á los lectores de novelas ó visto por sus ojos en las historias cinematográficas. La gringa rubia quería matar á la pobre niña de la estancia, hija del país, tal vez por envidia, tal vez por otro motivo.
Estaba mal casada, sobre eso no hay que decir, y era muy desgraciada, no era joven ya, pero por eso mismo la amé más todavía, pues había sufrido mucho... Bella en extremo todavía, aunque rubia; y a más de una honestidad timorata que me desesperó más de una vez... Porque, en fin, aunque me era sagrada, yo tenía veinte años... Pero había que respetarla o alejarme de ella...
Sí. El color rubio á lo Ticiano de su pelo no era natural. Yo no la he conocido sino rubia, pero ella debía ser de color castaño oscuro... Se hacía rizar el pelo, mientras que el de Juana Baud era rizado naturalmente. Está bien, dijo Cristián. Puedes continuar. Se volvió hacia Marenval y añadió con un gesto de satisfacción: Ahora sé ya á qué atenerme.
Bueno, pues ya que yo soy rico y ellas pobres, quiero dividir con la señora Clement y con Rosalía el dinero que me deja mi padre. Al oír estas palabras, el cura se levantó, tomó las dos manos de Juan, y atrayéndolo hacia sí, lo rodeó con sus brazos, apoyando su cabeza blanca sobre la cabeza rubia del joven.
En el salón daban vueltas las primeras parejas y se instalaban las familias con gran ruido de sillas desordenadas. Fernando miró a todos lados, sin alcanzar a ver la cabellera rubia de Maud. Luego examinó los grupos estacionados en el antecomedor. Nada...
Digamos que la vaporosa rubia no echó en saco roto los consejos de su buena amiga y aun que supo aprovecharlos. Pero esto se verá más adelante. Al año de casarse el brigadier diole su esposa, como fruto de bendición, una hermosa niña que se bautizó con el nombre de Julia: fue refuerzo de desgracia para el pobre Miguel, aunque de modo inocente.
Palabra del Dia
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