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Las aldeas de pescadores se transformaban en pueblos elegantes; los grandes hoteles de París y Londres edificaban sucursales enormes en las desiertas bahías; las tiendas más lujosas del bulevar instalaban su filial en villorrios donde algunos años antes todo el mundo andaba descalzo.

No lo dijo en balde: á los pocos días le instalaban en una de las mejores casas de la ciudad; llegaba á sus manos oferta nueva del Rey de conferirle las insignias de la orden consabida, con una plaza en el Consejo privado y las rentas de la primera Abadía que vacara, en espera de lo cual disfrutaría desde luego pensión de 4.000 escudos anuales .

En el salón daban vueltas las primeras parejas y se instalaban las familias con gran ruido de sillas desordenadas. Fernando miró a todos lados, sin alcanzar a ver la cabellera rubia de Maud. Luego examinó los grupos estacionados en el antecomedor. Nada...

Desde poco después de 1817, comenzó á celebrarse en esta plaza una velada á la Virgen del Carmen, la cual tuvo años de no poco esplendor, viéndose entonces adornada la capilla con vasos de colores y con banderas y arcos el paseo, alrededor del cual se instalaban puestos de avellanas, de turrones, de garbanzos y de los célebres alfajores que vendían las serranas de enaguas rayadas, chaquetas de paño y sombreros de castor.

Bajo el puente giratorio llegaban y partían las lanchas de los acorazados, dejando en los muelles flotantes las tripulaciones libres de servicio, que saludaban con escandaloso griterío el salto á tierra. Permaneció aislado el Mare nostrum mientras los obreros del arsenal instalaban en su popa un cañón de tiro rápido y los aparatos de telegrafía sin hilos.

Por qué maniobras obtuvo éxito la señorita Guichard donde su primo había fracasado, nadie pudo saberlo; pero una mañana vió Fortunato unos contratistas y después una cuadrilla de albañiles que se instalaban en el solar y elevaban una tapia que le quitaba la luz. Fué preciso cambiar de sitio las estufas, que ya no produjeron frutos ni flores tan buenos como antes.

Era de ver cómo se divertía con él y con Castro Pérez el amigo Porras. Los viejos se instalaban en los «butaques». Quintín permanecía de pie, moviéndose de aquí para allá, atusándose la barba o retorciéndose el bigote con beatífica dulzura. Solía poner a discusión un punto teológico o una cuestión de Derecho; a veces refería un cuento carminado.

Al día siguiente de la conferencia citada, llegaban a Plencia y se instalaban en una casita modesta, Gumersindo e Isabel Cordero con toda su caterva menuda. Candelaria no salía de Madrid, y Benigna había ido a Laredo. Juan no dijo que ni que no.

Varones cristianos arrastrados a la guerra por sus trampas; los míseros terrenos de su señorío empeñados en manos del israelita; y con ellos un tropel de jinetes con cascos alados y cimeras espantables de dragón; aventureros que hablaban diversas lenguas, soldados errantes en busca de la rapiña y el saqueo bajo la cruz; «lo peor de cada casa», que apoderándose del inmenso jardín, se instalaban en los palacios, y se convertían en condes y marqueses para guardar con sus espadas al rey aragonés aquella tierra privilegiada que los vencidos seguirían fecundando con su sudor.

Pero Argensola poseía el medio de vencer á este personaje huraño. Le bastaba guiñar un ojo con expresiva invitación. «¿Vamos?» Y se instalaban los dos en un diván de Desnoyers ó en la cocina del estudio, frente á una botella procedente de la avenida Víctor Hugo. Los vinos preciosos de don Marcelo enternecían al ruso, haciéndolo más comunicativo.