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Actualizado: 1 de junio de 2025


En Raveloe hubo en esa semana el entierro de una persona pobre; y en la callejuela Kench, en Batterley, se supo que la madre de la criatura rubia, la mujer de cabellos negros que había ido recientemente a vivir allí, se había marchado. No se hizo ninguna otra observación particular con motivo de la desaparición de Molly de la vista de los hombres.

Artemisa la del Casal, moza blanca y rubia, briosa y rozagante, con manteo cercado de velludo y capotillo mariñán, acaba de aparecer en el umbral de la antesala. Se la tiene por hija bastarda del Caballero. Trae de la mano a un niño de ojos picarescos, que se tambalea sobre los zuecos blancos, que muestran no haber pisado la tierra.

En el mismo instante, un niño pequeño se aproximó a la puerta y avanzó su linda cabeza rubia, después la retiró, la volvió a avanzar como si hubiese buscado a alguien, vio al desconocido y en dos saltos se plantó en sus rodillas.

Es usted cruel, Teresa; lo que he dicho de la rubia fué ... por decir algo. Desde hace dos ó tres días, cuando pasa á las doce por la plaza Vieja, la veo más compuesta que de costumbre.... Eso es decir que usté se pone allí para verla pasar todos los días. No diré que por ella; pero por ella y por usted y por otras por el estilo, quizá, quizá. Y ¿qué saca usté de eso?

Cuando iba a la escuela con su carita sonrosada, un traje gris y una boina roja en la cabeza rubia, todas las mujeres del pueblo la acariciaban, las demás chicas querían siempre andar con ella y decían que, a pesar de su posición privilegiada, no era nada orgullosa. Una de sus amigas era Ignacita, la hermana de Martín.

¡Ea!, dejemos las disputas. Hasta ahora no he oído ninguna en que se convenciese nadie... ¿Qué me cuentas, Visita, qué me cuentas de Rosarito Abella? Muchas, muchísimas cosas te voy a contar. En primer lugar te diré que se ha pintado de rubia... Está, según dicen, para darle un tiro.

Clementina concluye enamorándose de un perro de Terranova o de un periodista. Cuando entraba Raimundo en el salón con su cabeza de querubín rubia y melancólica, con su aspecto humilde y embarazado, todas las miradas se posaban sobre él con curiosidad. Había sonrisas, murmullos, frases ingeniosas y estúpidas. Se le discutía.

Legítima de la tierra. Esbelta, arrogante; brazos y garganta con adorables redondeces, y los blancos tules de Elsa amplios en la cintura, pero estrechos y casi estallando con la presión de soberbias curvas. Sus ojos negros, rasgados, de sombrío fuego, contrastaban con la rubia peluca de la condesa de Brabante.

La época, el calzón ajustado, pie y brazo acuchillados. Es que no tengo. , tienes dice un compañero, el calzón que te sirvió para Dido. Ya; pero eso debe ser otra época. No importa: le pones cuatro lazos y es eso. Yo saco peluca rubia dice el gracioso. ¿Por qué rubia? No tengo más que rubias; todas las hacen rubias. Bien; así como así la escena es en Francia.

Se echó a sus pies, besándola las manos y ocultando su cabeza rubia en el regazo de la señora. Y sin darla tiempo a poder hablar, de temor, sin duda, a que renovara la letanía de las recriminaciones, contó sus percances de Bolsa...

Palabra del Dia

rigoleto

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