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Actualizado: 11 de junio de 2025
¿Pues no sabéis de lo que os acusan? No. De homicidio premeditado y con ventaja, intentado contra don Rodrigo Calderón. Mentira: como hidalgo y frente á frente, reñí con él por un grave asunto, y sirviendo á la reina: vos lo sabéis.
¿Pero tanto vale esta dama? ¡Oh! ¡Oh! Decir ¡oh! vale tanto como si dijéseis: esa dama es para mí un acertijo. ¿Creéis que estoy enamorado? ¡Ayúdeos Dios, si vuestro mal no tiene cura! ¿Y sabéis que tarda don Rodrigo? ¿Qué tenéis que hacer? Mucho: por ejemplo, me urge ver á vuestro tío el cocinero de su majestad. Pues no podéis verlo esta noche. ¿Cómo? Va de viaje.
Otros la atribuyen á la cólera divina, ofendida por haber quebrantado Rodrigo las puertas de una cueva encantada que estaba cerca de Toledo en una de las bandas del caudaloso Tajo.
Cuando llegué conspirábais dijo el rey. Es verdad contestó la reina ; conspirábamos contra Lerma, y es necesario que vuestra majestad conspire también. Yo no necesito conspirar dijo el rey ; el día que quiera, Lerma caerá; pero Lerma me sirve bien. Os tenía quejosa, señora, pero el duque me ha hablado largamente. Le tenía engañado don Rodrigo Calderón.
Pero, si estorba nuestros intentos la fortuna, antes que esclavos de los árabes, mírenos muertos el mundo, i antes que muertos ó vencidos, démosle otras muestras del valor que heredamos, del aliento que tenemos i del poder con que nos resistimos.» Levantó Rodrigo un ejército de noventa mil hombres i con ellos llegó á los campos de Xerez.
Rodrigo prometió, al despedirse de sus compañeros, que haría cuanto pudiese para armar una fragata en Valencia ó las islas Baleares, desembarcar en las costas africanas y libertar á su hermano y demás cautivos. Con dicho objeto llevaba cartas de un esclavo español de la casa de Alba, que se hallaba también en Argel.
La carroza se había detenido en una encrucijada, por donde decían los monteros que debía pasar el jabalí. Me rodeaba mi servidumbre, á caballo, y cuatro damas que me seguían estaban detrás en otra carroza. Hacía mucho calor, y yo sudaba. Pedí agua, y don Rodrigo partió y volvió al punto, trayéndomela en un vaso de oro.
Explícate, explícate, por Dios, Clara. ¿Qué explicación se necesita? esas cartas... estoy segura de ello, son citas á don Rodrigo Calderón; citas, no ciertamente de amor, pero que tal vez puedan parecerlo. Yo no te había hablado nada de estas cartas; hasta hoy no te había dicho nada de mis secretos hasta que he necesitado recobrar estas cartas, pero han venido á tus manos... ¿las has leído?
Aquella misma tarde el tío Manolillo, el bufón, había ido á preguntar al tío Cornejo cuánto quería por matar á un hombre principal; y como el tío Manolillo es pariente, ó amante, ó no se sabe qué de la comedianta, y como la comedianta tiene celos de la reina, y como don Rodrigo Calderón es un hombre principal...
¿Que qué habéis hecho? ¡nada! ¡absolutamente nada!... ¡pero ello dirá! Sepamos. ¿Tenéis un sobrino? Sí, señora, tengo un sobrino. ¿Y os habéis valido de este sobrino? ¿Para qué?... vamos á ver... ¿para qué me he valido yo de ese sobrino?... ¡Pues! para malherir á don Rodrigo Calderón. ¡Ah! ¡diablo! Y ¡ya se ve!... os habéis apropiado los tres mil ducados de la reina. Yo...
Palabra del Dia
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