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Actualizado: 16 de junio de 2025


Mas en la presente ocasión, al querer el Reverendo Sr. Dimmesdale abrir los labios, no le fué posible recordar un solo texto de las Sagradas Escrituras, y lo único que pudo decir fué algo breve, enérgico, que según le pareció á él mismo entonces, venía á ser un argumento irrefutable contra la inmortalidad del alma.

¡Por los cuernos de Satanás! el sello de la aduana del Cielo nos cuesta más caro que la de Cádiz exclamó el maldito filósofo. ¡Cállate, miserable! dijo el fraile. Pero, reverendo, ¡dos doblones! Si es regalado, hijo mío. Ya se los cuesta al superior. Y la discusión iba a entablarse, cuando, de lo alto del sendero, acudió corriendo un hombre presa de la mayor agitación; era el pescador Pablo.

Aspiro a la mano de doña Eulalia; ella me ha dado prueba de que me quiere para esposo; y sólo nos falta el consentimiento paterno y después la bendición del reverendo Padre fray Antonio, que está presente y que espero no ha de negarse a bendecirnos.

Por lo tanto, os pertenece exhortarla al arrepentimiento y á la confesión. Lo directo de estas palabras atrajeron las miradas de toda la multitud hacia el Reverendo Sr. Dimmesdale, joven clérigo que había venido de una de las grandes universidades inglesas, trayendo toda la ciencia de su tiempo á nuestras selvas y tierras incultas.

El monasterio de los Mártires debia pagar al cabildo 200 mrs. por una casa de que se habia incorporado, y otros 200 por la procesion del dia 17 de noviembre. Ya venia de antiguo la costumbre de dar en prenda un cáliz ó casulla, y en este año á 13 de noviembre el reverendo obispo abad de los Santos Mártires presentó el vestimento para la limosna de los 400 mrs. de la ida de la procesion.

Como si la hechicera hubiese leído los pensamientos del ministro, se detuvo ante él, fijó las miradas astutamente en su rostro, sonrió con malicia, y, aunque no muy dada á hablar con gente de la iglesia, tuvo con él el siguiente diálogo: De modo, Reverendo Señor, que habéis hecho una visita á la selva, observó la hechicera inclinando su gran peinado hacia el ministro.

El Reverendo Padre Presentado Fray Antonio Pons, de Santo Domingo &c. El Reverendo Padre Fray Pedro Juan Nicolau, Mínimo &c. Y los Padres Gabriel Ferragut y Diego García, de la Compañía de JESUS, a cuyo Nombre se de todo y en todo la mayor gloria. AP

Vamos, reverendo, un milagro; éste es el momento dijo el filósofo que miraba dolorosamente su caballo tan ricamente cargado. Muchos tiros partieron de nuevo de la cima de la montaña, pero las balas caían muertas; porque los aduanares se aproximaban lentamente y estaban aún muy lejos, a causa de las vueltas que daba el sendero.

Hombre muy docto en sagrada teología, versado en letras, de austero carácter y puras costumbres, era el reverendo Vilches, por todo lo cual estaba en el mejor concepto, no sólo entre la respetable comunidad, sino también entre cuantos lo conocían y frecuentaban su trato.

Tal era el joven ministro hacia quien el Reverendo Sr. Wilson y el Gobernador habían llamado la atención del público, al pedirle que hablase, en presencia de todos, del misterio del alma de una mujer, tan sagrado aún en medio de su caída. Lo difícil y penoso de la posición que así le crearon, hizo agolpársele la sangre á las mejillas y volvió trémulos sus labios.

Palabra del Dia

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