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Actualizado: 16 de junio de 2025


Dimmesdale por los ministros más ancianos de Boston y por los dignatarios de su misma iglesia quienes, para emplear su propio lenguaje, le amonestaron acerca del pecado que cometía en rechazar el auxilio que la Providencia tan manifiestamente le presentaba. Los oyó en silencio y finalmente prometió consultarse con el médico. Si fuere la voluntad de Dios, dijo el Reverendo Sr.

Y riendo tan estrepitosamente, que todos los que estaban en la plaza del mercado pudieron oirla, la anciana hechicera se separó de Ester. Mientras esto pasaba, se había hecho la plegaria preliminar en la iglesia, y el Reverendo Sr. Dimmesdale había comenzado su discurso. Un sentimiento irresistible mantenía á Ester cerca del templo.

Juan Alvarez de Toledo, hijo de los duques de Alba D. Fadrique Alvarez de Toledo y D.ª Isabel de Zúñiga. El nuevo obispo fué confirmado en Roma á 8 de setiembre, y á 26 de noviembre del mismo año 1523 dió el cabildo la posesion del obispado á sus procuradores el canónigo D. Juan de Córdoba y el reverendo P. Fr. Gregorio, prior del convento de S. Pablo. Entró D. Fr.

De esta manera el misterioso Rogerio Chillingworth se convirtió en el consejero médico del Reverendo Sr. Dimmesdale. Como no solamente la enfermedad despertaba el interés del médico, sino también el carácter y cualidades de su paciente, estos dos hombres, tan diferentes en edad, gradualmente llegaron á pasar mucho tiempo juntos.

Confuso Candido al oir estas razones, le respondió: Reverendo padre, no importan un bledo todos los quarteles de este mundo; yo he sacado á la hermana de vuestra reverencia de poder de un Judío y un inquisidor; ella me está agradecida, y quiere ser mi muger: maese Panglós me ha dicho que todos éramos iguales, y Cunegunda ha de ser mia.

Así es que le respondió: Reverendo padre, esos son insultos y no consejos; pero jamás me enojaré con V. Lo único que afirmo es que todos los defectos que pone V. á mi futuro yerno han de estar menos al descubierto de lo que V. supone ahora, cuando antes de ahora no los ha conocido V. Y si los conocía, ¿por qué antes no me los dijo?

Y aunque acerca de esto último nada tiene que decir el Fiscal, sino poner á la vista de V.S. el plan presentado á fojas 47, por el Reverendo Padre procurador general de estas misiones: pero en cuanto á lo demas, no puede menos que recordarle la memoria de lo que dispone la ley 2, título 4, libro 4 de las Recopiladas de estos reinos.

Os ruego que vengáis, reverendo señor; de otro modo no os hallaréis en estado de cumplir vuestros deberes mañana domingo. ¡Ah! ¡Ved cómo los libros perturban el cerebro! ¡Estos libros, estos libros! Debéis estudiar menos, buen señor, y procuraros algún recreo, si no queréis que estas cosas se repitan. Iré con vos á mi casa, dijo el Sr. Dimmesdale.

Á más del libro en blanco, corre de boca en boca la célebre definición que hace del indio un doctísimo escritor, en la que asienta entre otras muchas cosas, lo imposible de conocer al indio. En las páginas en blanco, solo vemos, ya que no un cuento, por lo menos un rato de buen humor del Reverendo Padre, que ponía á tortura la curiosidad tras las alambradas puertas de la librería.

La letra escarlata no había llenado el objeto á que se la destinó. Ahora, sin embargo, su entrevista con el Reverendo Sr. Dimmesdale en la noche de la vigilia de éste, la había proporcionado nueva materia de reflexiones, presentándole en perspectiva un objeto digno de toda clase de esfuerzos y sacrificios para conseguirlo.

Palabra del Dia

rigoleto

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