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Al mover las patas, mueven al mismo tiempo las alas, y vuelan, pero de cada vuelo sólo pueden atravesar unos doscientos pies o poco más, como os he dicho. ¿Y sólo se crían en esta isla? Yo he visto muchos en el puerto de Dori y en los bosques de la c. ¡Silencio! ¿Otra vez? ; pero ahora no se trata de monos voladores. Aguzaron los oídos y escucharon atentamente, conteniendo la respiración.

La pálida claridad del alba naciente entró en la habitación. Acostado en su lecho, el enfermo dormía; sus rasgos, momentos antes contraídos por el sufrimiento, se dilataban poco a poco; la respiración era menos jadeante, más regular.

Se acercó a la cama, escuchó un instante la respiración apacible de Marta y en seguida me dijo en voz baja: Ven, Olga. Estás cansada; tomarás algo y después irás a descansar. Quise protestar, pues temía mucho encontrarme sola con él, pero, para no despertar a mi hermana que dormía, lo seguí sin decir una palabra.

Isidora le abrazó y le besó tiernamente, admirándose del desarrollo y esbeltez de su cuerpo, de la fuerza de sus brazos, y afligiéndose mucho al notar su cansancio, el sudor de su rostro encendido, la aspereza de sus manos, la fatiga de su respiración.

Freya, satisfecha de estas experiencias, guardaba sus tesoros en la cajita y la repelía con pasajero tedio, para arrojarse sobre Ulises lo mismo que una bestia que quiere morder. Estos largos encierros en una atmósfera cargada de esencias, de tabaco oriental, de respiración de carne femenil, desordenaban el pensamiento de Ferragut.

Brillaban las acequias, reflejando el dulce sol de la tarde, y por el espacio pasaba la tibia respiración de la primavera impregnada de perfumes y rumores. Bolsón iba contento. Cien veces le habían prometido el indulto, pero ahora era de veras. Su admirador y escudero le oía silencioso. Vieron en el camino una pareja de la Guardia civil, y Bolsón la saludó amigablemente.

Cerrados los ojos, inmóvil el cuerpo, juntos los pies ya como en el ataúd, quedábase horas y horas sobre la cama, sin dar otra señal de vida que la leve y sibilante respiración.

Todos iban a verla cuando los niños tenían convulsiones. Silas Marner debía ser una persona como ella; porque, ¿cómo sabía lo que le devolvería la respiración a Sally Oates, si no poseía algo más que eso? La bruja conocía palabras que murmuraba muy despacio, de modo que no se le podía oír nada.

Hice un signo afirmativo, pues el miedo, que hacía pasar por todo mi cuerpo un calofrío delicioso, me había quitado el uso de la palabra. ¡Que Dios te lo pague, buena e inteligente niña! exclamó estrechándome contra su pecho. Y mi respiración se cortó en una deliciosa angustia. Dejé caer mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos.

La sangre corría con tal abundancia, á pesar de los pañuelos que le ataron, que en breve se hizo un charco á su alrededor. Los niños, á cierta distancia, contemplaban con ojos de espanto y dolor la muerte de su fiel amigo. La respiración del Canelo era cada vez más fatigosa y anhelante: después se fué poco á poco amortiguando, escuchándose un estertor débil y profundo. Se le vidriaron los ojos.