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Actualizado: 12 de julio de 2025
Silas Marner era probablemente capaz de hacer otro tanto, y aun más; ahora se veía muy bien por qué había venido de un país desconocido, y por qué tenía una fisonomía tan rara. Pero era preciso que Sally Oates no se lo fuera a decir al señor Kimble, porque el doctor no tomaría a bien lo que había hecho Marner.
Todos iban a verla cuando los niños tenían convulsiones. Silas Marner debía ser una persona como ella; porque, ¿cómo sabía lo que le devolvería la respiración a Sally Oates, si no poseía algo más que eso? La bruja conocía palabras que murmuraba muy despacio, de modo que no se le podía oír nada.
De modo que aquel movimiento de piedad por Sally Oates, que le había inspirado un sentimiento efímero de fraternidad, aumentó la repulsión que existía entre él y sus vecinos, volviendo más completo su aislamiento.
No había nada en lo que contaba Jacobo Rodney capaz de sorprender a los que habían visto cómo Marner había curado a Sally Oates, y la había hecho dormir como un niño, cuando el corazón de aquella mujer latía como para partirle el pecho desde hacía dos meses y más que la asistía el doctor.
Recordó el alivio que la enferma había sentido tomando una preparación sencilla de digital, le prometió a Sally Oates que le llevaría algo que le haría bien, puesto que las medicinas del doctor no la mejoraban.
Entretanto, la enfermedad de Sally Oates lo había elevado al rango de un personaje muy interesante, muy importante en el vecindario, y el hecho de que había mejorado bebiendo la droga de Silas, se volvió un tema general de conversación.
Sally trata del suceso en el capítulo XCI de sus Memorias ó Royales Oeconomies, y de lo mucho que daban que hablar las circunstancias. El vulgo suponía que el diablo se había llevado á esta señora, aventajada discípula suya en las artes mágicas. Dejó dos hijas: los ángeles con tan pocos pimpollos de la carta.
Palabra del Dia
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